viernes, 17 de junio de 2011

REGLAS PRACTICAS PARA EL ARTE DE CRITICAR II (sobre texto "Razones para vivir"de Martín Descalzo)

Dedicado a ciertos personajes que creen saberlo todo....

REGLAS PRACTICAS PARA EL ARTE DE CRITICAR II



He aquí algunas reglas prácticas para el arte de criticar:

1º Hacer la crítica «cara a cara». Es decir, hacérsela al que tiene que corregirse. Buscar ayudarle. Tirar la piedra y esconder la mano es de mezquinos.


2º Hacer la crítica en privado (a no ser que se trate de cosas públicas). Decirle a uno sus defectos en público es contraproducente.


3º En la crítica, no hacer comparaciones, que resultan odiosas. Nunca decirle a un hijo: «aprende de tu primo». Cada persona es cada persona. Cada caso es cada caso. Las circunstancias diversas pueden cambiar los casos radicalmente.


4º Criticar los hechos, nunca las intenciones. Sólo Dios conoce los corazones. Mientras no nos conste de lo contrario debemos pensar en la buena fe del prójimo. Eso de «piensa mal y acertarás», aunque algunas veces dé resultado, es poco caritativo. Es más bonito aquello de «piensa bien mientras no tengas razones que te obliguen a pensar mal».


5º Limitar la crítica a un caso concreto. Sin generalizar. Las generalizaciones, generalmente, perjudican a inocentes.


6º Criticar con objetividad. Sin exagerar. Evitar las palabras «siempre», «nunca» y similares. Nadie es siempre malo.


7º Criticar una sola cosa cada vez. Soltar de golpe muchas críticas es agobiante.


8º No repetir la misma crítica frecuentemente. El machaconeo resulta ineficaz.


9º Elegir el momento oportuno, tranquilo. Si uno de los dos está nervioso se agrandará la herida en lugar de curarse.


10º Comprobar bien lo que se critica. Basarse sobre rumores o sospechas es exponerse a ser injusto.


11º Ponerse en el lugar del criticado para no hacer a nadie lo que no nos gusta que nos hagan a nosotros. Si supiéramos las razones que el otro ha tenido, seríamos mucho más indulgentes. 

El Amor es la cualidad más importante-Juddi Krishnamurti (Fragmento de "A los pies del Maestro")


 El Amor es la cualidad más importante
(Fragmento de "A los pies del Maestro")
Juddi Krishnamurti


IV

El Amor es la cualidad más importante, por­que cuando es bastante fuerte en un hombre, lo estimula a revestirse de todas las demás, que sin ella nunca serían suficientes. 
Suele definirse el amor como un intenso deseo de unión con Dios y de liberación de la rueda de nacimientos y muertes. 
Pero este concepto del amor suena a egoísta e implica sólo una parte de su significa­do. 
El amor es más que deseo; es voluntad, reso­lución, determinación. 
Para producir este resul­tado, la resolución debe llenar vuestra natura­leza entera, hasta el punto de no dejar lugar para ningún otro sentimiento. 
Es, sin duda, la volun­tad de ser uno con Dios, no para escapar del su­frimiento y de la fatiga, sino a fin de que, en ra­zón de vuestro amor profundo hacia Él, podáis obrar con Él y como Él obra... Pues siendo Dios Amor, si quieren llegar a ser uno con Él, deben también estar poseídos de amor y perfecto al­truismo.
En la vida diaria, esto significa dos cosas: pri­mera, que procuren cuidadosamente no causar daño a ningún ser viviente; segunda, que siem­pre estén alerta por si se presenta la oportunidad de ayudar.
Primero, no dañar
Hay tres pecados que causan en el mundo mayores males que todos los demás: maledicencia, crueldad y superstición, porque son pecados contra el Amor. 
Si el hombre quiere henchir su corazón de amor divino, ha de vigilarlos y combatirlos constantemente.
Veamos los efectos de la maledicencia: Prin­cipia con el mal pensamiento, y esto en sí mismo es ya un crimen. 
Porque en todas las personas y en todas las cosas existe el bien y el mal. 
A cualquiera de éstos podemos prestarle fuerza, pensando en él, y por este medio ayudar o estor­bar la evolución; podemos hacer la voluntad del Logos o trabajar en contra de ella.

Si piensan  mal de otro, cometen tres iniquida­des a un tiempo:
1ª Llenan el ambiente que los rodea de malos pensamientos en vez de buenos, y así aumentan las tristezas del mundo.
2ª Si en el ser en quien piensan existe el mal que le atribuyen, lo vigorizan y alimentan; y así, hacen peor a su hermano en vez de hacerlo mejor. Pero, si generalmente el mal no existe en él y tan sólo lo han imaginado, entonces su maligno pensamiento tienta a tu hermano y lo induce a obrar mal, porque, si no es todavía perfecto, pueden convertirlo en aque­llo que de él han pensado.

3ª Nutren  su propia mente de malos en vez de buenos pensamientos, y así impiden vuestro propio desarrollo y se hacen, a los ojos de quienes pueden ver, un objeto feo y repulsivo, en vez de bello y amable.

No contento con hacerse todo este daño y ha­cerlo a su víctima, el maldiciente procura con to­das sus fuerzas que los demás participen de su crimen. 
Les expone con vehemencia su chisme, con la esperanza de que lo crean, y entonces los convencidos cooperan con él, enviando malos pensamientos al pobre paciente. 
Y esto continúa día tras día, y no lo hace sólo una persona, sino miles. 
¿Ven ahora cuán bajo, cuán terrible es este pecado?  
Procuren evitarlo en absoluto. 
No hablen jamás mal de nadie; niéguense a escuchar a quien les hable mal de otro, y díganle, afectuo­samente: "Tal vez eso no sea verdad, y, aunque lo fuese, es mejor no hablar de ello".
En cuanto a la crueldad, ésta es de dos clases: intencionada y sin intención.

La crueldad intencionada consiste en causar, de propósito, dolor a otros seres vivientes, y éste es el pecado más grave de todos: obra de diablo más bien que de hombre. 
Me dirán que ningún hom­bre puede hacer una cosa semejante; pero preci­samente los hombres la han hecho muy a menu­do y aún la están haciendo cada día. 
Los inquisi­dores la practicaron, y también muchas gentes religiosas en nombre de su religión; los vivisectores, así como habitualmente algunos maestros de escuela. 
Todas estas personas tratan de ex­cusar su brutalidad con la costumbre; pero un crimen no deja de serlo porque muchos hombres lo cometan. 
Karma no tiene en cuenta las cos­tumbres; y el karma de la crueldad es el más terrible. 
En la India, al menos, no puede haber excusa para tales costumbres, porque todos co­nocen el deber de no acusar mal a nadie. 
El des­tino de los crueles cae también sobre aquellos que se dedican intencionadamente a matar a las criaturas de Dios, y llaman a esto deporte.
Ya sé que tales cosas no las efectuan ustedes, y por amor de Dios hablaran claramente contra ellas cuando la oportunidad se les presente.  
Pero también hay crueldad en las palabras como en los actos, y una persona que diga una palabra con intención de herir a otra es culpable de este crimen. 
Esto tampoco lo deben hacer ustedes; pero algunas veces una palabra dicha al descuido ha­ce tanto daño como una maliciosa. 
Así pues, de­ben estar siempre en guardia contra la crueldad no intencionada.
En general, ello procede de la irreflexión.  
Hay hombres tan poseídos de la ambición y de la ava­ricia, que ni siquiera se dan cuenta del sufri­miento que causan a los demás pagándoles poco, o haciendo pasar hambre a su mujer e hijos. 
Otros, pensando tan sólo en su codicia, se preocupan poco de los cuerpos y de las almas, a quie­nes arruinan por satisfacerla. 
Para librarse de unos cuantos minutos de molestia, un hombre deja de pagar a sus obreros el día que les corres­ponde, sin acordarse de las dificultades que este hecho les reporta. 
¡Tanto sufrimiento se causa por descuido, por olvidar cómo una acción ha de afectar a los demás!...  
Pero Karma nunca olvida, y no tiene en cuenta que los hombres ol­viden los hechos.
Si desean entrar en el Sendero, deben pensar en las consecuencias de sus actos, para que no sean culpables de crueldad irreflexiva.
La superstición es otro mal tremendo, que ha causado grandes y terribles crueldades. 
Las per­sonas esclavas de ella menosprecian a las que saben más, y tratan de obligarlas a hacer lo que ellas hacen.
Piensen en la horrorosa matanza debida a la superstición de sacrificar a los animales . Piensen en el trato a que la superstición ha dado motivo con respecto a las clases oprimidas en nuestra amada India, y vean cómo esta mala tendencia puede engendrar una despiadada inconsideración, aun entre los que conocen el deber de fraternidad.
Los hombres han cometido muchos crímenes en nombre del Dios de Amor, movidos por la pesadilla de la superstición; cuidénse mucho de que no quede en ustedes ni el más leve vestigio de ella.
Deben evitar estos tres grandes delitos, por­que son fatales a todo progreso, por ser pecados contra el amor. 
Pero no tan sólo están obligados a refrenarse de este modo ante el mal, sino que han de ser activos para el bien. 
El intenso de­seo de servir ha de llegar al máximo, hasta el punto de estar siempre a la mira para aplicarlo alrededor de ustedes, no tan sólo a las personas, sino a los animales y a las plantas. 
Deben pres­tar su servicio hasta en las pequeñas cosas de la vida diaria, de modo que, acostumbrándose a ello, no puedan substraerse, cuando se presente la oportunidad de hacer cosas de mayor impor­tancia. 
Pues si desean llegar a ser uno con Dios, que no sea para el propio beneficio, de ustedes,sino para convertirse en canal por donde fluya Su amor para alcanzar a sus semejantes.
El que está en el Sendero no vive para sí mis­mo, sino para los demás; se olvida de él para po­der servirlos. 
Es a manera de pluma en manos de Dios, por la que fluye Su pensamiento y tiene expresión aquí abajo, lo que no podría suceder sin ella. 
Es a manera de un canal de fuego vi­viente que derrama sobre el mundo el Divino Amor que llena su corazón.
La sabiduría que los capacita para ayudar, la voluntad que dirige la sabiduría, el amor que inspira la voluntad, éstas son las cualidades de ustedes.