martes, 8 de junio de 2010

El apoyo psicológico al paciente con cáncer.-(Publicacion Universidad de Navarra)

 El apoyo psicológico al paciente con cáncer

 Introducción

El cáncer es una enfermedad que afecta a toda la persona, por sus implicaciones médicas y psicosociales. Aunque la Medicina avanza y gracias especialmente a una mejoría en los tratamiento y a una actitud de prevención cada vez más extendida, la curación ha dejado de ser algo infrecuente.
A pesar de poder mirar esta enfermedad con un mayor optimismo, suele tratarse de una enfermedad crónica que además sólo nombrarla produce una gran inquietud.
Por todo ello es fundamental no sólo abordar este problema desde una perspectiva estrictamente médica sino también valorando los aspectos psicológicos, no sólo del propio paciente sino también del entorno familiar

La primera noticia

Dar la primera noticia supone todo un reto para el médico y el propio paciente.
Es habitual que se tienda a no emplear la palabra “cáncer” directamente, recurriendo a otro tipo de expresiones.
Aunque parece una forma de dar la noticia sin una excesiva agresividad, puede ayudar a generar cierta confusión.
Ahora bien, siempre se debe actuar con prudencia valorando quien y como es la persona que va a recibir esa noticia.
Conviene actuar con delicadeza dando una información correcta pero que pueda ser asumida por el paciente. Para ello la información abarca además de cómo se ha producido el diagnóstico,  que tratamientos están disponibles y cual puede ser el pronóstico.

El objetivo puede ser ayudar al paciente a asimilar la noticia pero a la vez ofreciendo alguna salida o planteamiento de futuro.
En este sentido, no se deben dar falsas esperanzas pero tampoco dejar la paciente sin ningún agarradero.
Esta noticia implica habitualmente al entorno más cercano donde la información debe corresponderse con la dada al propio paciente.
Con frecuencia se tiende a ser más “exacto” con ese entorno pero no se ha de desencadenar un problema de conciencia u “ocultamiento” de la información.

Una vez se ha dado la noticia, es fundamental conseguir que el paciente la asimile. 
Esta asimilación puede resultar difícil sobre todo cuando se produce una primera negación o rechazo. 
Esta actitud no resulta infrecuente aunque dificulta enormemente la comunicación con el paciente. 
Este rechazo lleva a no tomar una actitud diagnóstica y terapéutica más activa.
Tras esa etapa de rechazo o negación sigue habitualmente otra de “hundimiento”.
El paciente abandona toda actitud de lucha y simplemente se deja llevar por los acontecimientos. Ante esta actitud es importante no cejar en el empeño de ayudar al paciente a superar este “bache”.
Este hundimiento suele ser seguido por una actitud final de aceptación.
Esta aceptación consigue equilibrar la actitud del paciente y establecer un cauce de comunicación que ayuda a plantear la lucha a seguir contra la enfermedad.

A la hora de conseguir esa aceptación siempre surge las dudas sobre el futuro y los proyectos personales. Surgen una gran cantidad de preguntas. 
Esas preguntas implican una mirada excesivamente centrada en el futuro a largo plazo.
Cuando se produce esa actitud quizás conviene en ese caso ayudar al paciente a centrarse en el presente.
Hay que procurar disipar los fantasmas que aparecen en el día a día para ganar en confianza 
Responder a esas preguntas sobre un futuro todavía incierto no resulta fácil.

La importancia de una comunicación adecuada
Una actitud excesivamente fría y distante no resulta de utilidad especialmente cuando aparece ese rechazo a admitir la enfermedad.
Este rechazo imposibilita conseguir un flujo de comunicación adecuado y necesario.
No es conveniente una excesiva implicación emocional, pero es útil mantener una actitud “humana” que ayude a conseguir comprender las formas de reaccionar del paciente y su entorno.

¿Cómo debe ser la información?
La información no debe ser nunca falsa aunque siempre tiene que adaptarse a la capacidad del paciente y su entorno para aceptarla.
Esa capacidad resulta con frecuencia limitada al principio y sin en este caso esa información supera con creces dicha capacidad, los efectos pueden resultar excesivamente negativos.

Ante la primera noticia es importante una actitud de comprensión, adaptándose a la capacidad del paciente y su entorno para asimilar esa enfermedad.
Conviene mantener un flujo de comunicación abierto especialmente si se produce un rechazo inicial.
Ayudar a superar ese miedo y esa actitud negativa exige plantear al menos unos planes de futuro y unos objetivos a corto plazo.
Nunca el aislamiento es una buena opción, así como cerrarse en sí mismo dejando de lado a las personas que realmente se preocupan.  
Las asociaciones de pacientes suponen un entorno donde se puede encontrar ayuda siempre y cuando se haya aceptado la enfermedad.

Acompañar a la enfermedad

El cáncer puede ser curado, especialmente cuando el diagnóstico es temprano.
Sin embargo, con frecuencia se está ante una enfermedad crónica.
La Medicina intenta en estos casos siempre controlar la enfermedad.
Para ello es preciso emplear una serie de tratamientos quirúrgicos, farmacológicos y radioterápicos.
Esos tratamientos presentan unos efectos secundarios que con frecuencia resultan difíciles de soportar.
En estos casos siempre es fundamental controlar esos síntomas molestos.
Cuando se controlan las náuseas, los vómitos y especialmente el cansancio y el dolor es más fácil conseguir una adecuada estabilidad psicológica.
Esa estabilidad exige por lo tanto una actitud médica dirigida a eliminar o minimizar todos esos efectos.

Sin embargo, es preciso un apoyo psicológico continuo que ayude a mantener esa actitud de lucha y aceptación. 
Conviene en todo momento ayudar a que el paciente exteriorice todos sus temores y angustias. Exteriorizar esos sentimientos ayuda a enfrentarse a ellos con tranquilidad. 
Se plantea la vida entonces como una sucesión de días donde los objetivos vitales se plantean a corto plazo. No se plantean objetivos irreales sino que se ayuda al paciente a tomar control sobre su vida mediante pequeñas “luchas”.
Esa lucha puede ir encaminada a conseguir adaptarse a las limitaciones que van surgiendo.
En esta lucha, el entorno cercano resulta fundamental aportando una mayor estabilidad emocional.
El contacto con el médico permite mantener también un flujo de comunicación abierto en el que la información fluye de forma en ambas direcciones.

Ayudar a comprender la enfermedad. 
La información debe ir dirigida especialmente a que el paciente no sólo acepte la enfermedad sino que también la comprenda.
Para ello, debe estar informado de los síntomas que vayan surgiendo y en que medida se explican por la enfermedad y el tratamiento.
La compresión de la enfermedad puede ayudar a disipar miedos o temores.

Asistir a un deterioro físico progresivo
Con frecuencia ese deterioro genera una gran inquietud en el propio paciente y la familia.
No se puede negar la evidencia pero hay que ayudar a que el paciente asuma ese progresivo desgaste. Además de poner los medios necesarios para controlar todos aquellos factores que influyen ese este desgaste, conviene adaptar los objetivos vitales a esa progresiva limitación.
El ritmo de vida se debe ir adecuando con realismo, pero manteniendo un afán de superación en lo cotidiano y fácilmente accesible.

La importancia de una actitud positiva
Aunque puede resultar difícil, mantener una actitud positiva supone una gran ayuda.
Para ello conviene centrarse en las posibilidades de enriquecimiento personal y no en los cambios sobre un futuro que más o menos todas las personas se concretan.
Esa actitud positiva es compatible con cambios temporales en el estado de ánimo.
Exteriorizar los sentimientos ayuda así como buscar el apoyo de las personas más cercanas.
Siempre se recomienda aprender a disfrutar de lo cotidiano incluso favoreciendo el desarrollo de labores de ocio, la inactividad especialmente intelectual favorece el desánimo.

El miedo a lo desconocido
Quizás sea el principal motivo de preocupación.
Ese miedo a lo desconocido genera una gran inquietud y temor.
Esta angustia puede ser minimizada con una información correcta y adaptada siempre al paciente y al momento de la enfermedad que está viviendo.

Acompañar al paciente a través de la enfermedad, permite ayudar a establecer pequeños objetivos de lucha diarios y fácilmente asumibles.
La información permite al paciente comprender la enfermedad y adaptarse a las limitaciones que vayan surgiendo.

Llegar al final

El cáncer puede ser una enfermedad con un final que llega a pesar de todos los esfuerzos planteados.
Este final aparece ante la progresión de la enfermedad o por las complicaciones que vayan surgiendo. Esta etapa puede resultar extremadamente difícil para el propio paciente y su entorno.
Las perspectivas de futuro dan lugar al deseo de tener todo arreglado.
En este sentido la ayuda debe ir dirigida a conseguir establecer unas relaciones emocionales en las que todo lo que se tenía que decir se dice.

Se debe ayudar a superar discrepancias y desencuentros que únicamente llevan al paciente a plantearse sentimientos de culpabilidad y remordimiento.
Es importante siempre estar al tanto de esos posibles aspectos que hayan quedado abiertos o no resueltos.
En este sentido conviene conseguir un cauce de comunicación también con el entorno cercano.
Labor más difícil resulta enseñar al paciente a asumir el final que se acerca.
El apoyo psicológico resulta esencial aunque será siempre el paciente quien tenga la última palabra.

Ante ese final, hay que intentar dar un mayor valor a la vida que ha tenido el paciente.
Esa vida tiene un valor procedente en gran parte de la actitud asumida a lo largo de la enfermedad.
Ese valor no debe ser menospreciado.
La muerte pasa a ser un final asumido pero que pone fin e una existencia que ha transcurrido valiosa y muy enriquecedora.
Ese ejemplo se perpetúa entre los familiares actuando a modo de consuelo.

La soledad, el principal peligro
El principal peligro en estos momentos, es vivir una soledad que hace extremadamente difícil asumir esta situación.
Es fundamental ayudar a superar esa soledad fruto a veces de unas relaciones mal llevadas o antiguos enfrentamientos.
Retomar esas relaciones y conseguir un adecuado acompañamiento ayudan a superar el día a día en esta fase.
A pesar de esos esfuerzos es cierto que es el paciente el que se enfrenta, pero siempre será más fácil.

En las últimas fases de la enfermedad, es preciso acompañar al paciente y ayudarle a entender el valor que ha tenido su vida. 
Hay que ayudarle también a superar rencores o desencuentros de tal forma que tenga el objetivo de dejar todo bien acabado. 
El ejemplo será la mejor forma de consolar a los familiares y personas más cercanas.

Conviene estar siempre en contacto con especialistas habituados a enfrentarse a estas situaciones. Los especialistas en Medicina Paliativa junto a psicólogos especializados en el tratamiento y manejo de estos pacientes suponen una gran ayuda.

domingo, 30 de mayo de 2010

El amor desde una perspectiva científica-LA TEORÍA TRIANGULAR DEL AMOR DE ROBERT J. STERNBERG.(Mª Paz Calatayud Arenes)

El amor desde una perspectiva científica
  LA TEORÍA TRIANGULAR DEL AMOR DE ROBERT J. STERNBERG.



(Extracto de "Las relaciones de amor a lo largo del ciclo vital: cambios generacionales" por
Mª Paz Calatayud Arenes)

En nuestra opinión, la teoría más ampliamente apoyada en la realidad y
contrastada por ella es la formulada por Robert J. Sternberg (Sternberg, 1989,
2000) conocido por sus postulados acerca de la inteligencia humana. 
Este investigador reconoce que su interés hacia el estudio del amor surgió desde su
investigación sobre la inteligencia (reflexionando sobre la afirmación de Freud
de que los dos órdenes principales de la vida son el trabajo y el amor).
En su acercamiento a las relaciones amorosas, Sternberg trató de aplicar los
conocimientos que poseía sobre la naturaleza de la inteligencia humana.

En este sentido, se concentró en la distinción del amor como algo importante, 
una experiencia emocionalmente cargada y altamente positiva que no puede ser
analizada (es decir, como una experiencia unitaria e indiferenciada que no
puede ser separable, concepción del amor comparable a la posición de
Spearman con respecto a la inteligencia), como un muestrario de lazos
superpuestos, un conjunto de sentimientos, pensamientos y deseos que, al ser
experimentados simultáneamente, dan como resultado una compleja
experiencia, o como un conjunto de factores primarios, un conjunto estable y
limitado de sentimientos, pensamientos y deseos que tienen aproximadamente
la misma importancia dentro del sentimiento total que describimos como amor
(imitando a la concepción de Thurstone acerca de la inteligencia).

Los estudios de Sternberg sobre el amor se basan en cuestionarios (incluyendo
las escalas de Rubin sobre gustar, amar y el compromiso interpersonal; Rubin,
1970, 1973) que aportan gran número de datos en un período relativamente
breve. 
Estos datos obtenidos son numéricos y, por tanto, susceptibles de análisis
estadístico y de interpretación psicológica (confiriendo a esta metodología de
estudio la categoría de ser la más aceptable, a pesar de todas sus limitaciones en
cuanto a la sinceridad del encuestado o a su capacidad para expresar sus
sentimientos). 
Sobre el análisis de los resultados obtenidos, como expondremos
seguidamente, el amor podría definirse como un sentimiento global que puede
ser descompuesto en múltiples factores integrados, contribuyendo siempre
estos factores simultáneamente al sentimiento global (Sternberg, 1989, 2000).
Consideramos necesario indicar que los estudios de Sternberg se han
centrado en el amor heterosexual, dado que la inmensa mayoría de los sujetos
que han participado en sus investigaciones se declaraban heterosexuales y
mantenían relaciones amorosas de este tipo (no habiéndose generalizado sus
resultados al amor homosexual, por carecer de datos que lo confirmen o
desmientan).
Con respecto a la naturaleza del amor, Sternberg dilucida la estructura de
éste utilizando la técnica del análisis factorial, encontrando un factor general
específico para todas las relaciones amorosas, al que denomina comunicación
interpersonal, intercambio y apoyo (Sternberg, 1989, 2000). 
Ese factor general podía diferenciarse en conjuntos importantes,
tales como compatibilidad, intercambio, apoyo mutuo y crecimiento personal
Así pues, aunque el amor pueda ser sentido como una sola cosa, no lo es. 
Cuando uno experimenta amor, experimenta un gran conjunto de sentimientos, 
deseos y pensamientos que, en su totalidad, conducen a que la persona
llegue a la conclusión de que ama a alguien. 
Consecuentemente, los datos se correspondían más con el modelo de
Thomson que con el de Spearman y Thurstone (Sternberg, 1989, 2000).
Profundizando en sus investigaciones, Sternberg postula la existencia de
tres componentes en el amor: intimidad, pasión y compromiso 
(demostrándose que, muchos de los restantes aspectos del amor, 
al ser examinados detenidamente, son parte o manifestación de estos tres componentes). 
Podemos afirmar que estos ingredientes del amor se encuentran, 
generalmente, más allá de la época y del lugar 
(es decir, que, si bien no tienen el mismo peso en todas
las culturas, tienen al menos algún peso, manifestándose claramente en
cualquier época o lugar).
Con el término intimidad, Sternberg se refiere a aquellos sentimientos
dentro de una relación que promueven el acercamiento, el vínculo y la
conexión. Es decir, a las sensaciones que incluyen, al menos, estos diez
elementos:
- Deseo de promover el bienestar de la persona amada. El amante busca a
su pareja y procura promover su bienestar. Uno puede promover el
bienestar del otro a expensas de él mismo, pero con la expectativa de que
el otro actúe de igual forma cuando llegue el momento.
- Sentimiento de felicidad junto a la persona amada. El amante disfruta
estando junto a su pareja. Cuando hacen cosas juntos, lo pasan bien y
construyen un cúmulo de recuerdos con los que pueden contar en
tiempos difíciles. Más adelante, los buenos tiempos compartidos
inundarán la relación y la mejorarán.
- Gran respeto por el ser amado. El amante estima y respeta a su pareja.
Aunque el amante puede reconocer defectos en su pareja, esto no
disminuye la alta estima que le tiene.
- Capacidad de contar con la persona amada en momentos de necesidad.
El amante siente que su pareja está presente cuando la necesita. En
tiempos difíciles, el amante puede recurrir a su pareja y esperar que ésta
acuda.
- Entendimiento mutuo con la persona amada. Los amantes se entienden
mutuamente. Conocen sus puntos fuertes y débiles, y cómo responder al
otro de un modo que demuestre una genuina simpatía por los estados
emocionales de la persona amada. Cada uno sabe “de dónde viene” el
otro.
- Entrega de uno mismo y de sus posesiones a la persona amada. Uno
desea entregarse, y entregar su tiempo y sus posesiones a la persona
amada. Aunque no todas las cosas necesitan ser propiedad de ambos, 
los amantes comparten sus posesiones cuando surge la necesidad. Y, lo que
es más importante, se comparten ellos mismos.
- Recepción de apoyo emocional por parte de la persona amada. El amante
se siente apoyado y hasta renovado por la persona amada, especialmente
en momentos de necesidad.
- Entrega de apoyo emocional a la persona amada. El amante apoya a la
persona amada empatizando con ella, y apoyándola en momentos de
necesidad.
- Comunicación íntima con la persona amada. El amante es capaz de
comunicarse profunda y honestamente con la persona amada
compartiendo los sentimientos más íntimos.
- Valoración de la persona amada. El amante siente la gran importancia de
su pareja en el esquema de su vida.
Estos sentimientos no se experimentan de forma independiente, sino como
una sensación global (considerándose una cantidad suficiente de ella en función
de cada persona y situación).
La intimidad es un fundamento del amor que se desarrolla lentamente y
que es difícil lograr. Además, una vez que comienza a afirmarse, puede
comenzar a disminuir debido a la amenaza que constituye para la persona ver
mermada su independencia y autonomía
Así pues, el balance entre la intimidad y la autonomía es imprescindible 
en una relación amorosa exitosa.

Como pasión, Sternberg define el estado intenso de unión con el otro,
manifestado con la expresión de deseos y necesidades (como la necesidad de
autoestima, entrega, pertenencia, sumisión y satisfacción sexual).
La pasión tiende a interactuar fuertemente con la intimidad, y ambas suelen alimentarse
entre sí (pueden despertarse la una a la otra).
 Sin embargo, a veces se oponen,como es el caso de las relaciones que buscan 
mera satisfacción sexual.

Finalmente, Sternberg considera a la decisión y el compromiso como el
componente que mantiene la relación amorosa a través de los períodos difíciles,
dando confianza para volver a otros mejores. 
Consiste en dos aspectos, uno a corto plazo 
(la decisión de amar a una persona) y otro a largo plazo 
(el compromiso por mantener ese amor). Estos dos aspectos no necesariamente
tienen lugar simultáneamente, aunque, tanto temporal como lógicamente, la
decisión suele preceder al compromiso.

La decisión y el compromiso interactúan con la intimidad y la pasión,
pudiendo surgir de la combinación de ambos o viceversa (surgir la relación
íntima y el despertar pasional del compromiso). 
En este sentido, se considera muy relevante la visión que posee cada miembro 
de la pareja acerca de lo que significa acoplarse a alguien hasta concluir o alcanzar un objetivo, 
visiones que pueden no ser expresadas jamás y que, sin embargo, 
constituyen la base de gran parte de los problemas de las relaciones contemporáneas.
Según los postulados de Sternberg, cada uno de los componentes del amor
muestran diferentes propiedades. 
Así, mientras la intimidad y el compromiso tienden a ser estables, 
la pasión tiende a ser inestable y puede fluctuar de forma
imprevisible (Sternberg, 1989, 2000). 
En este sentido, podemos considerar que tenemos cierto grado 
de control consciente sobre nuestros sentimientos íntimos
(si somos conscientes de ellos), y un alto grado de control sobre el compromiso
que invertimos en la relación, pero poco control sobre la fuerza del despertar
pasional.  
Además, somos conscientes de la pasión que experimentamos, pero la
conciencia respecto de los componentes de intimidad y decisión-compromiso
puede ser altamente variable. 
Siguiendo con estas distinciones, la pasión depende en gran medida 
de la vinculación psicofisiológica, mientras que la
decisión-compromiso implica poca respuesta psicofisiológica, y la intimidad
requiere una cantidad intermedia.
De toda su reflexión, puede inferirse que la pasión juega un gran papel en
relaciones de corta duración (especialmente, románticas), mientras que la
intimidad sólo desempeña un papel moderado, y la decisión-compromiso
puede ser indiferente.
Por el contrario, en una relación de larga duración, la
intimidad y la decisión-compromiso se revelan como muy importantes, jugando
la pasión un papel moderado que puede declinar a través del tiempo
(Sternberg, 1989, 2000).
Estos son los presupuestos que hemos intentado contrastar en nuestra
investigación sobre el desarrollo del amor a lo largo de la vida.

jueves, 27 de mayo de 2010

La enfermedad de disfrazar la verdad: MITOMANIA (Dr.Dante Poles)

MITOMANÍA
La enfermedad de disfrazar la verdad
(Dr.Dante Poles) 


La palabra mitomanía la comenzó a utilizar el profesor francés Ernest Dupré, alrededor del 1900, viene del griego “mythos” (mentira) y “manía” (compulsión); es un trastorno psicológico que consiste en mentir de forma patológica, falseando la realidad.
Cuando alguien tiene un impulso por mentir que no se puede frenar es un síntoma de que algo no anda bien en su desarrollo síquico. 
La mitomanía no es una enfermedad en sí misma, sino que corresponde a un conjunto de síntomas que pueden presentarse en diversas enfermedades síquicas, particularmente en trastornos de personalidad.
Los mitómanos mienten para construir una mejor imagen de sí mismos frente a la sociedad, sus amigos o para conseguir lo que desean sin importar cuál sea el objetivo.
“El mitómano recurre a esta conducta continuamente sin pensar en las consecuencias, con tal de maquillar la realidad que considera inaceptable. Sabe que miente, pero por repetición, eventualmente termina creyendo sus propias mentiras y es entonces cuando la línea entre la realidad y la fantasía se torna borrosa.
Vive en un mundo irreal y utiliza la mentira para conseguir lo que quiere, miente para construir una mejor imagen de sí mismo frente a la sociedad y la mentira se convierte en algo cotidiano que no puede evitar”.

Los mitómanos

"Tienen una serie de características que los distinguen, como por ejemplo, que es una persona convincente, manipuladora y su discurso suele ser verosímil, tiene talento histriónico y sabe actuar, no acepta fácilmente su problema, algunos tartamudean, cambian de tema constantemente y dicen diferentes versiones del mismo tema en diferentes ocasiones y a diferentes personas", explica Simó.
Además, en su discurso se mezclan indistintamente retazos de verdad con fantasías, aunque son más o menos creíbles: suelen mentir sobre su vida, su trabajo, su salud, historial médico, edad, la profesión de los padres y un sinnúmero de cosas que en realidad no deberían ser maquilladas para ser contadas.
Sin embargo, la mitomanía no es inofensiva: tiene muchos efectos en el plano social: se pierde credibilidad y prestigio social.
“El mitómano es la persona a quien todos catalogan como ‘el cuenta cuentos’.
A nivel familiar es visto como poco fiable y termina por perder familiares y amigos”.
Lo que diferencia al mitómano de una persona mentirosa es que el mentiroso inventa mentiras para defenderse o protegerse, es decir, con una finalidad, pero en el mitómano prevalece el carácter compulsivo de la mentira y sin una fuente de motivación,afirma Simó. “Es como una tendencia morbosa de desfigurar la realidad; imagina y siente cosas que no suceden realmente”.
Los mitómanos también se diferencian de los psicóticos porque si bien se dejan llevar por sus fantasías, mantienen un juicio de la realidad suficiente como para darse cuenta de que están mintiendo.
Es casi imposible que quien padece de mitomanía busque ayuda; generalmente es llevado a consulta por otras personas o acude a terapia por otras razones, pero mientras no se someta a una terapia, la mentira dominará su vida. Si acude a un especialista puede superar este problema y vivir en la realidad.
Niños mentirosos

Las mentiras o las alteraciones de la realidad no tienen la misma connotación en niños que en adultos. 
En la infancia la mentira no tiene juicio ético debido a la inmadurez del desarrollo cognitivo y emocional, ya que el razonamiento de los niños no está totalmente definido, sino hasta más o menos los diez años.
Pero si las mentiras son muy frecuentes hay que preocuparse, pero es indudable que todas las mentiras de los niños hay que corregirlas y no estimularlas.
Los niños viven una fantasía que no puede catalogarse como mentira y mucho menos mitomanía. 
Cuando un niño plantea que tiene un amigo imaginario, él cree que existe y por lo tanto no está mintiendo. 
En este caso hay una imaginación exacerbada que no es mitomanía, ya que se presenta en el contexto de la evolución cognitiva de la persona. 
El concepto mitomanía sólo se reserva a la mentira compulsiva
Es importante poder confrontar al niño para hacerle ver que la mentira no es buena.
Aún no hay una única razón que la origine, pero sí se puede hablar de posibles causas:
1. Personas que sufren de un trastorno de personalidad hipertímica, es decir personas con un ánimo muy elevado, alegres, superficiales, frívolas, que carecen de perseverancia y responsabilidad.
2. La insatisfacción o necesidad imperiosa de aprobación, admiración y afecto.

3. Las conductas ambivalentes: familias que simulan una posición social que no tienen, matrimonios que fingen un vínculo inexistente o padres que sostienen en secreto una doble familia pueden estimular a la mitomanía en sus hijos.
4. La baja autoestima: los mitómanos son personas que no se aceptan como son.
5. También puede interferir la genética, en el sentido de que se puede heredar.

La mentira patológica o mitomanía es una patología

Ahora bien, quien padece de mitomanía, o pseudología fantástica, o mentira patológica o compulsiva, o fabulación y también llamado síndrome de Münchausen cuando miente lo hace porque sencillamente necesita hacerlo, sin un beneficio secundario (como en el caso del engaño o estafa), sino buscando falsear la realidad, su realidad, desdibujando su vida de modo que ésta se le muestre disfrazada de un halo de fantasía y superioridad que le permita así aceptarla pues su realidad así como su historia no es aceptada de ningún modo por lo que siente la real e imperiosa necesidad de mentir acerca de todo o casi todo en su vida, respondiendo a lo que siente como una verdadera compulsión a mentir. 
Al ser un trastorno de la personalidad, sino que siente y desde niño o adolescente por circunstancias de su propia vida e historia la necesidad de desdibujar esa realidad que no le cierra, que no le gusta, que le hace sufrir, por la cual se siente diferente e inferior a los demás, y ante ello sucumbe agrandándola, contando hechos y circunstancias fantasiosos y engrandeciéndolos siempre de modo de mitigar el dolor y la frustración que le produce el sentirse menor, diferente y cualitativamente inferior a otros, esto puede ser tanto en lo físico, como en la historia familiar, como en el entorno social, como en el estatus económico.
“La mentira patológica se refiere a aquella mentira que es compulsiva o impulsiva, y aparece con cierta regularidad” (Dr. Juan Luis Figuerido Poulain, psiquiatra.) se está ante la necesidad imperiosa, impulsiva y compulsiva de mentir en forma regular y cotidiana."
Fue Ernest Dupré quien por el 1900 quien comienza a hablar de la “mitomanía” a la cual califica como una “tendencia constitucional de ciertos sujetos a falsear la verdad, a mentir, a forjar fábulas imaginarias”.
A veces no es fácil darse cuenta de que el mitómano miente, y para ello es necesario conocer a la persona, al menos hasta un cierto grado y también la repetición de la conducta de éste individuo pues es necesario cotejar su discurso con la realidad que vive o en la que se mueve, como así también su historia personal vital. 

Pues el mitómano miente sobre su historia de vida, sobre sus orígenes, sobre su realidad actual, sobre su patrimonio, sobre su familia, sobre los logros de éstos como de sí mismo, sobre su profesión, sobre sus éxitos. Y como va valiéndose de algunos datos de su realidad, tanto presente como pasados y los adorna y ensalza engrandeciéndolos, es tal la maraña de sus fantasías que sólo como resultado de conocerlo, de estar en contacto con él, de cotejar la realidad con lo que es su discurso que puede llegarse a dar cuenta sólo aquél que está cerca del mentiroso patológico, que éste miente. 
Éste enfermo, puede tomar conciencia de que lo está, del modo en que arruina su vida y la de sus seres queridos, a través de un tratamiento psicológico para modificar su conducta, y todo aquello que se presenta en el origen de su necesidad de falsear la realidad.
El mitómano comienza con sus mentiras pequeñas, y hasta podrían llamárselas como sin importancia, hasta que va sintiendo, al acentuarse ésta conducta, que necesita engrandecer más las mismas, que las pequeñas mentiras ya no le sirven, sino que tiene que cambiarlas o sumarle más elementos y dotarlos de todo lo imaginable para hacerlas cada vez más a sus ojos importantes pues para él es esto lo que le permite aceptarse a sí mismo y así también cree que al ser los hechos y circunstancias sobre los que fantasea más importantes, es mayor la aceptación en ese medio en el que las manifiesta.

El mitómano no puede dejar de mentir.

Comienza así una debacle en la cual va perdiendo todo lo que en algún momento se forjó o tuvo como familia de origen, el aprecio de ellos, esposa o esposo, el respeto de sus hijos, trabajo, posición económica, respeto en cuanto a sus pares, etc. 
El mentiroso patológico miente y cuando lo hace sabe que miente, y lo hace tanto y tan continuamente que al repetir e ir envolviendo en una maraña cada vez más compleja sus dichos y desvirtuaciones de su propia realidad, a pesar de que sabe que miente él llega a sentir que estas forman parte de la realidad, pues ha traspuesto el límite entre la realidad y la fantasía de modo que ésta realidad se llega a confundir con lo que corresponde a su fantasía y por ello a su deseo de que forme ésta parte de su vida realmente tal y como fue la fantasía que nace y precisamente porque su realidad no le conforma y le hace sufrir.

La Mentira Patológica es una enfermedad psicológica, el enfermo que la sufre lamentablemente no siente que está enfermo sino hasta que por sus consecuencias sufre, pues como sus mentiras nacen de una necesidad interior de ser mejor, superior, o igual a quienes sienten de éste modo, al desvirtuar la realidad siente que ésta se presenta con la importancia como la siente y ve en otros a quienes admira y se quiere parecer. 

Cree alcanzar éste estatus a través de sus mentiras, de modo que éstas comienzan como algo que no produce daño, que es inofensivo, pero sin duda es una enfermedad psíquica que lo lleva a desconectarse con su realidad y con su vida; deberá tratarse psicológicamente para luego volver a ésta, aceptarla y desde su real posibilidad tratar de alcanzar sus metas, y sus logros desde un trabajo personal que lo lleve a lograr aquello que desea y no desde sus sueños y fantasías que sólo están en su mente.

(Autor: Dr. Dante Poles
 Cinco Saltos, Río Negro, Argentina.)

lunes, 24 de mayo de 2010

¿Cómo distinguir entre una crisis y el final de una relación?

¿Cómo distinguir entre una crisis y el final de una relación?


El amor no impide las crisis, pero sí puede convertirse en el principal elemento de apoyo, para buscarles una solución.

Del modo en que se superen los problemas dependerá que una pareja, refiriéndose a una etapa conflictiva, hable de una crisis más o la perciba como lo que fue el principio del fin.

La manera en que cada miembro de la pareja afronta ese periodo de problemas obedece a factores como la madurez emocional, la habilidad para gestionar los conflictos, la duración de la relación, las redes de que disponga o el momento personal en que se encuentre.

Miedo al cambio

 

No hay criterios fijos a los que recurrir determinar si una relación toca ya su fin.

Además, cuanto más duradera haya sido esa unión y cuando la ruptura afecte a más personas -los hijos son el argumento que muchas personas esgrimen para seguir conviviendo, a pesar de la crisis-, más difícil se hará tomar la decisión de romper. 

Podría decirse que el momento en el que una relación deja de aportar a los miembros de la pareja ese conjunto de elementos que la propició -afectividad y emoción, seguridad, disfrute sexual...-, se alcanza el punto de inflexión en el que se debe producir el cambio.

Reconocer si se está atravesando una época con dificultades graves o si estamos ante el principio del fin de la relación, deviene una tarea ardua para los miembros de la pareja, ya que inmersos en un sinfín de emociones, sentimientos y sensaciones, resulta difícil serenarse lo suficiente para hacer una reflexión tranquila que los conduzca a esclarecer en qué punto de la relación se encuentran. 

No es extraño que se produzcan autoengaños, más o menos conscientes, que surgen como resistencia al cambio, bien sea para replantearse la pareja y seguir adelante con cambios, bien para iniciar definitivamente una separación.

¿Simple crisis o separación?

En función del modo en que se afronte una crisis, de cómo se comporten los miembros de la pareja ante esa etapa, la unión saldrá reforzada o será la primera fase del fin.

Es decir, ante una fase conflictiva de la pareja la pregunta no es "¿es esto el fin?", sino "¿quiero que sea el fin?, ¿me interesa seguir con el compromiso que supone esta relación?". En definitiva, una mala racha será sólo una crisis si es superada, pero se convertirá en una separación si la unión acaba. 
La respuesta a algunas preguntas puede brindarnos pistas que nos ayudarán a tomar una decisión en esa difícil coyuntura: ¿Le amo? ¿Miramos juntos en la misma dirección, tenemos la misma meta? ¿Siento profundo interés por la otra persona? ¿La deseo? ¿Tengo confianza total en el otro? ¿y en la propia relación? ¿Reflexiono y me comprometo para ver qué puedo aportar a la otra persona y a nuestra relación para mejorarla?

En fase de crisis nuestro estado emocional se altera; por ello, tengamos presente el alcance de las decisiones, sobre todo si se opta por terminar con la relación.

No se separan dos personas, sino a veces una familia con hijos, todo un entramado de relaciones y amigos, de dependencias económicas, por lo que si la pareja se encuentra con frenos que impiden que la reflexión prospere, es conveniente acudir a un o una especialista en temas de pareja, que desbloquee la situación y habilite espacios para que la reflexión reúna las garantías deseables.

Introducirá equilibrio y establecerá un protocolo para ayudar a la pareja a decidir mejor.

Para fortalecer la pareja

Debemos utilizar o desarrollar estas habilidades:
  • Aceptar que nuestra vida es enteramente responsabilidad nuestra. No esperemos que el otro miembro de la pareja nos haga feliz. Nuestra felicidad depende, sobre todo, de nosotros mismos. No nos engañemos.
  • Saber que no tenemos que resolver la vida de la otra persona, buscándole soluciones, dándole consejos y marcándole las pautas de cómo debe vivir su vida.
  • Aprender a escuchar. Para ello debemos dejar lo que estamos haciendo, vaciarnos de otros pensamientos que distraigan nuestra atención e intentar colocarnos en su lugar para entender cómo se siente.
  • Aprender a dialogar. Nuestra opinión, forma de entender y de aprehender la realidad no son la verdad absoluta, sino sólo la nuestra.
  • Aprender a consensuar. Lo mío y lo tuyo han de ser tenidos en cuenta y debatidos para poder llegar a definir "lo nuestro".
  • Aprender a compartir. Darse el uno al otro: preguntar cómo se encuentra, qué le incomoda, qué quiere y desea.
  • Aprender a pedir. Mostrar nuestra vulnerabilidad es la mejor muestra de amor, ya que no se la enseñamos a cualquiera.
  • Dedicar tiempo específico para la pareja.
  • Compartir hobbies, tiempos lúdicos, fantasías e ilusiones, al igual que acompañar en los momentos tristes, duros y penosos.
  • Compartir la economía. Forma parte de la relación de pareja.
  • Aprender a utilizar los conflictos y las crisis, para aprender más de nosotros mismos, ver qué necesitamos y cuál es el dolor que suscitamos en nuestra pareja. Que sean trampolín de desarrollo y no de estancamiento que no lleva a ninguna parte. Hablemos cuanto sea necesario, para que el problema no quede enquistado. No hay mayor desastre que el silencio.
  • Mimar con orgullo a la pareja. El sexo, las caricias y el "te quiero" han de decirse, hay que explicitarlos. No valen los sobreentendidos.

Para desdramatizar una separación...

  • Se rompe la pareja, no toda nuestra vida personal.
  • Es un momento para afrontar cambios y riesgos, que nos alteran y convulsionan. Resulta recomendable pedir ayuda a personas competentes (amigas o profesionales), que -de forma incondicional- nos escuchen y acompañen en este trayecto, que puede (o no) ser duro.
  • Es una etapa de la vida que pasará, a la que seguirá otra u otras. No hay que aferrarse al pasado: eso significaría parar nuestra vida, y queda mucha por delante.
  • Como toda pérdida, tendrá sus fases: lloro, desconsuelo, incredulidad de que nos haya podido pasar, furia y rabia, necesidad de buscar culpables... Es normal que nos pase algo de esto, y así debemos asumirlo.
  • No todo es negativo. Podemos reflexionar (sin obsesionarnos) sobre lo perdido. Pero es mejor buscar lo positivo, lo que mejora en nuestra vida con la separación.
  • Hagamos balance autocrítico: cómo fue la relación, en qué fallamos nosotros... Así aprenderemos y evitaremos cometer esos errores en el futuro.
  • Hay que guardar lo bueno para, apoyándonos en ello, seguir adelante sin ira y cerrar capítulo. Pero sobre todo para poder abrir nuevo capítulo.
(Fuente: Revista Consumer Eroski)