viernes, 14 de febrero de 2014

EL RIESGO DE CONFIAR-Licenciada Liliana Galván

EL RIESGO DE CONFIAR 
(Lic Liliana Galván)
 Vivimos en tiempos en los cuales la construcción de realidades alternas mediante el ejercicio de confeccionar los denominados" perfiles" (un modo de presentación en sociedad a través de datos personales  y algunos otros componentes tales come gustos personales ó intereses dados voluntariamente por los usuarios) en redes sociales, hace que la construcción de la confianza se vea tambaleante,si se desconoce en forma personal,llámese "en carne y hueso"a las nuevas relaciones que se establecen a partir de afinidades aparentes como punto de partida.
Éste fué en principio el motivo de indagar sobre el componente psicológico y su análisis sobre la confianza.
Como siempre que se busca conocer algún tema,hay otros temas adyacentes que surgen,enriqueciendo conceptos y abriendo una nueva percepción sobre él.
Así,se puede entender a la confianza como una relación "de ida-vuelta"donde alguien otorga una cuota de riesgo en el mismo momento en el cual acepta creer una determinada información proporcionada por otro,basado en sentimientos,señales y actitudes.
Como se verá en el artículo,en la categoría de "creyente" ó de dador de confianza,se encuentra desde un individuo hasta una organización entera.
Por otra parte, también se analiza la "propensión a creer" de algunos individuos ó a confiar fundamentados en que el ser humano es bueno y digno.
Es interesante observar por ejemplo, las diferentes consecuencias según en qué tipo de relación se desarrolle el intercambio de confianza:en las relaciones laborales tendrá un efecto muy distinto al que sucede en la relaciones afectivas.
Otro concepto para incorporar es del de "contrato psicológico",como una forma de intercambio ó compromiso,que no siempre se respeta.
Dada ésta introducción, a continuación el artículo completo.
Hasta la próxima.




Tanto el que “otorga la confianza”, como el que “la recibe” son autores de la dinámica de sus interacciones. 
Es fundamental que esta relación, que se construye sobre la base del riesgo, sea reconocida y analizada. 
El que confía debe reconocer el grado de propensión que tiene para confiar y  a partir de cuánta información o tipo de sentimientos construye su “confianza en el otro” y sobre qué señales se funda. 
Y el que recibe la confianza debe conocer las expectativas que sobre él descansan. 
Ambos son responsables de la construcción o de la destrucción de la confianza.

¿Por qué a mí? es la frase que surge cuando sientes que has sido traicionado por algo inesperado, algo que jamás imaginaste que podía suceder.
Te sientes decepcionado, desubicado, desautorizado y, a la vez, responsable por las fatales consecuencias de la pérdida de confianza.
¿Con quién estuve conviviendo, por qué no me di cuenta, de qué modo me he engañado, hasta qué punto he sido también responsable y me he coludido con mi agresor? 
¿En qué basé mi confianza? 
¿Habré sido demasiado ingenuo? 
¿Será en adelante necesario asumir una actitud vigilante? 
¿Volveré a confiar?

Pensamientos semejantes nos pueden invadir ante situaciones en las que la confianza ha sido burlada. 
Le sucede a parejas, a instituciones, al Estado o a uno mismo, cuando el autoengaño aparece cada vez que uno deja de ser consistente con sus propios valores.  
¿Por qué a mí? puede parecer una respuesta narcisista ante esa voz que te dice: «Yo soy omnipotente» y, aunque eso suceda históricamente desde que Caín mató a Abel, «yo no he hecho nada para merecerlo».

Pero una relación de confianza, según Mayer (1995)es una relación diádica, en la que ambos tienen un rol y un compromiso.

Tanto el que «otorga la confianza» (trustor) como el que «la recibe» (trustee) son autores de la dinámica de sus interacciones.
Esta relación, que se construye sobre la base del riesgo, se sostiene fundamentalmente en el reconocimiento y análisis.

El que confía debe reconocer el grado de propensión que tiene para confiar y a partir de cuánta información o tipo de sentimientos construye su «confianza en el otro» y sobre qué señales se funda.

Y el que recibe la confianza debe conocer las expectativas que sobre él descansan.

A partir de esta diferenciación de roles que hace Mayer, se podría plantear —por oposición— la existencia de «antirroles» cuando la confianza se rompe y se inicia una nueva relación entre el «defraudado» y la persona que ha «traicionado».

El costo de esta nueva relación puede ser muy alto, por lo que puede transformarse en un vínculo de amor–odio, en un nuevo acuerdo legal con mayores restricciones, o en una relación que penaliza o controla persecutoriamente cada paso del que traicionó la confianza.

En el caso de una relación laboral, este puede ser el principio de una relación de hostigamiento, en el que los roles iniciales se invierten.

En el caso de las relaciones matrimoniales, ese «juntos hasta que la muerte nos separe» se puede tornar en una cadena perpetua.

La confianza puede ser concebida como una sólida roca, pero también puede visualizarse como un delicado cristal. 

Al respecto, Rodrigo Yáñez(1) (2008) realiza un estudio para explorar cuál es el significado metafórico de la confianza y encuentra, entre las metáforas más citadas, que la confianza es como «los cimientos, la piedra angular o el pilar de una construcción», es decir, parte esencial y base de la relación interpersonal.

Por ello, ambos individuos son responsables de la construcción o de la destrucción de la misma, pero ¿qué es lo que se rompe cuando se destruye la confianza con alguna acción?
¿Es una acción repentina o es un acto sostenido en el tiempo y que uno no percibe hasta que la solidez de la roca, tal y como en el caso del picapedrero, se quiebra en muchos pedazos, luego de darle y darle golpes?

Para algunos, la confianza se gana poco a poco, pero se pierde de golpe, por la conciencia súbita del deterioro del objeto de confianza.

Cabe preguntarse, cuando una persona traiciona la confianza del otro, si se trata de un asunto ligado a la naturaleza no confiable de la persona o de la relación interpersonal en sí.
En este contexto, Mayer se cuestiona si existe una propensión a confiar o si esta es producto de la experiencia.
En este caso, es posible visualizar la propensión a confiar como en un continuum, desde aquel que confía plenamente en la humanidad, o sea, «el ingenuo», pasando por aquel que otorga la confianza poco a poco, hasta aquel que desconfía incluso hasta de su sombra.
Propensión: la confianza nace o se hace


La propensión se puede definir como la voluntad generalizada de confiar en otros (Mayer, Davis y Shoorman, 2005).

Dicha tendencia se forma de acuerdo con las experiencias favorables o desfavorables, los sistemas de crianza, la historia personal, los rasgos de personalidad, el contexto social, etc.

Existe una predisposición en algunas personas a confiar ciegamente por el supuesto de que el ser humano es bueno y digno de confianza por naturaleza.
Es como confiar por default.


Según Kramer (1999), esta tendencia se genera por experiencias favorables desde la primera infancia, así como por factores culturales.
Erikson(2) define que desde el nacimiento hasta la edad de un año y medio, aproximadamente, el niño se enfrenta al primer conflicto de su desarrollo: confiar versus desconfiar.
El niño, desde los primeros días, aprende a predecir si el lugar en el que ha nacido es confiable o no.

El bebe que recibe con frecuencia atención a sus necesidades físicas y afectivas fortalece su capacidad de predecir si sus cuidadores son consistentes.

Si el niño logra el equilibrio, debido a una atención sostenida, desarrolla —según Erikson— la virtud de la esperanza, por la seguridad de que al final siempre aparecerá alguien para cuidarlo.

El vínculo entre la madre y el niño es la base de las futuras relaciones. 
Mientras más estable y presente esté la madre, mayor seguridad y confianza sentirá el niño.

El primer logro social del niño es permitir que su madre se aleje de su lado, porque ella se ha convertido en una certeza interior y en algo exterior previsible, esto es la base de la confianza en sí mismo y posiblemente el inicio de la percepción de la confiabilidad.
Uno no puede proyectar en los demás confianza si no confía en sí mismo.
Por contraste, la incertidumbre en la que viven los niños en estado de abandono genera en ellos una «desconfianza básica» que los acompañará en los siguientes estadíos de su desarrollo.
Confianza ciega: pongo mis manos al fuego 


Hay un proverbio de origen ruso que dice: «Confía, pero verifica». 

Es decir, puedes sentir confianza, pero no te confíes demasiado, revisa y haz un seguimiento.
En español, «confiar» proviene del latín fiducia, confidere, que viene de fides, «fe o creencia».

En cambio, la palabra en inglés trust proviene de faithful, que es «esperanza».
Creencia, fe o esperanza son términos subjetivos y relacionados con el futuro, con algo predecible, pero a la vez incierto.

Por su parte, «verificar» proviene de verus, «verdad». Confía, pero verifica, vale decir, asegúrate y demuestra que es verdad.
En este contexto, puede parecer inocente poseer una confianza ciega cuando cargas con una serie de responsabilidades y además tienes que dar la cara por ellas.

A pesar de todo, entregas a tu hijo en manos del médico, entregas tu dinero a la bolsa de valores, entregas la vida a una persona que dice amarte, entregas tu tiempo a una organización y esperas lo mejor; te sientes vulnerable, pero sabes que te han prometido no fallar y supones que tienen toda la voluntad y el talento para cumplir.

El riesgo es grande y las consecuencias de un error pueden ser fatales.
No confías plenamente, pero no queda otra salida.

Somos dueños de nuestro propio destino, pero no podemos negar que nuestra vida está en manos de muchas personas.


Desde aquella que nos proporciona alimentos sanos hasta la que nos orienta en el mantenimiento de nuestra salud, o la persona que cuida de nuestros hijos mientras trabajamos.

Como seres sociales, necesitamos del «otro» para realizar nuestros sueños, para transformarnos y para crear cultura.

Como seres interdependientes, compartimos la vida a partir de un acuerdo social o «contrato psicológico» (Schein, 1982) con el que nos comprometemos.

El contrato psicológico es aquel acuerdo tácito que se establece entre dos personas en relación con sus expectativas y compromisos.

¿Pero hasta qué punto este acuerdo es claro y explícito para ambas partes? 

Acostumbrados a la acción, la reflexión sobre los roles y tareas a veces queda de lado, en el campo de los supuestos y creencias.

Porque una cosa es la que se dice y a veces otra la que se comprende.
Por lo tanto, nada nos garantiza que nuestras expectativas serán completamente
cubiertas.


La experiencia puede ayudar a diferenciar situaciones, pero no se puede negar que el comportamiento humano es muy complejo y que aún no podemos predecir el futuro con certeza.

Según Laurence Cornu (1999), «la confianza es una hipótesis sobre la conducta futura del otro», pero ¿en qué se basa esa hipótesis? ¿Es acaso en alguna evidencia previa, en un sexto sentido, en un ojo clínico, en experiencias favorables o desfavorables?
Cornu menciona que es una especie de apuesta que consiste en no inquietarse por no poseer el control sobre el otro, lo cual nos hace vulnerables a ese «otro», de quien puede depender nuestra seguridad, economía o estabilidad emocional.

La confianza está asociada a la entrega voluntaria al «otro» de algo que para uno es indispensable o vital (Yáñez, 2008). Desde el momento en que uno hace esa entrega, solo se espera que el «otro» tenga conductas positivas hacia el objeto de la confianza, llámese hijo, salud, dinero, conocimiento, etc.

Mientras tanto, uno se puede sentir tranquilo y seguro en la medida en que, en otra oportunidad, las expectativas, en una situación semejante, fueron cubiertas.

En caso contrario, el sentimiento de vulnerabilidad puede generar mecanismos de defensa y control, en un contexto en el que no existen posibilidades para monitorear o controlar a la persona en quien se confía.

Para Mayer, la confianza es la voluntad de tomar riesgos.
Claro, si está en juego la salud de un hijo, los bienes personales o la seguridad laboral, pues el riesgo es muy alto.
Ojo clínico: percepción de confiabilidad
Una percepción afinada para reconocer los atributos que aseguran la confiabilidad es parte de la sabiduría de las relaciones interpersonales

Cuando alguien se «gana la confianza» es porque, en múltiples ocasiones, el que confía ha recogido evidencias que aumentan la probabilidad de que el «otro» responda de manera confiable.

El grado de «predicción» es lo que asegura la confianza. 
¿Cuán responsables somos al tratar de predecir un comportamiento?
¿Qué señales son las que tomamos en cuenta?

Baker (2008) asegura que para ser merecedores de confianza es necesario poseer dos factores: la voluntad y la habilidad.
Es decir, no basta con la voluntad de apoyar, sino que se requiere ser competente y poseer experiencia.
Esto se relaciona con otros atributos que menciona Yáñez (2007), quien señala que esta persona sea —además de competente, íntegra y benevolente— abierta a la comunicación y con una identidad social común.
Ante esto, Mayer (1995) propone un modelo de confianza en el que señala tres factores que definen la confiabilidad: habilidad, benevolencia e integridad.

Señala que la habilidad es mucho más sencilla de reconocer en el campo laboral, si es que la persona demuestra que es competente en un área técnica relacionada con el objeto de la confianza, como es la de realizar un balance, diseñar un programa, evaluar a un subordinado.

En cambio, la benevolencia es el atributo que señala que la persona posee la voluntad de hacerle un bien a quien le ha depositado la confianza, pero esto dependerá de la relación que se construya entre ambas personas, para que ese afán de hacerle un bien sea auténtico y no inducido por la presión del rol o del cargo. 

Robbins (1999), denomina “confianza por disuasión” cuando ésta se basa en el miedo a las represalias, por la obligación de servir a otra persona.
Un empleado que es leal y fiel por miedo a perder el empleo otorga una confianza por disuasión que puede confundirse con una actitud benevolente y auténtica.

Por último, el tercer factor, la integridad, lo define como la escala de valores y principios que el que confía comparte como aceptables del otro.
Esto es mucho más delicado porque exige que compartan una identidad social común.

Sin embargo, nada es seguro en una relación de confianza, la dinámica puede sostenerse en el tiempo o cambiar y transformarse por diversas circunstancias de la vida de ambos actores o instituciones.

Por otro lado, hay personas que pueden fingir señales externas de honradez que nos pueden confundir, sobre todo cuando «vemos lo que queremos ver» (Kramer, 2009). 
En este caso, influyen nuestro sesgo y los estereotipos sociales que llevamos en nuestra mente. 

Esto nos predispone a interpretar con «señales» que son familiares a personas desconocidas como conocidas.
Nikolas N. Oosterhof y Alexander Todorov(3), demostraron a través de una investigación de qué modo la personalidad puede ser reconocida por la expresión del rostro. 

A través de ella descubrieron que la percepción de la confiabilidad se forma a partir de la lectura de las expresiones del rostro de felicidad o de cólera. 

En los rostros percibidos como confiables la felicidad es percibida como más intensa; por contraste, en los rostros percibidos como menos confiables la agresividad es percibida como más intensa.

La gente necesita inferir acerca de las intenciones del «otro», para lo cual recurre a la lectura de las expresiones faciales. 

Estos estudios también demuestran que la amígdala, región subcortical del cerebro, que interviene en el condicionamiento del miedo y en la consolidación de la memoria emotiva, juega un papel clave en la percepción de la confiabilidad.
En los casos en los que hay ausencia de señales emocionales para identificar las intenciones del «otro», la persona evalúa la expresión del rostro.

Los rostros femeninos o de bebes son percibidos como más confiables que los rostros que reflejan madurez o son masculinos. 

También se observó que, según el valor que le dé a esta expresión, la persona sentirá atracción o rechazo.

En este sentido, en medios de comunicación en los que no hay un contacto físico, como en Internet, éstas señales no son las mismas.  

La comunicación a través de Internet cuenta con otro tipo de referentes, como fotografías, videos, textos que el emisor selecciona y proyecta su auto-imagen tal como desea que se le vea a través de la pantalla.

Internet podría convertirse en una fuente constructiva de capital social, si se pudiese contar con una confianza on line
Si se pudiese asegurar la confiabilidad de la comunicación a distancia, más gente se comprometería a utilizarla. 
La «falta de identidad» y el «anonimato» no permiten construir un vínculo basado en la confianza. 
En la relación on line no se cuenta con las mismas señales o características del «otro» que en la relación presencial, lo cual dificulta el proceso de diferenciación que uno necesita para depositar el grado de confianza.
Cultura de la sinceridad en las organizaciones
El reto consiste en crear una cultura de transparencia y honestidad, en la que los líderes generen confianza en sus instituciones a través de sus propios actos. 

La estrategia consiste en fortalecer una relación simbiótica de confianza en la que los líderes, al admitir sus errores, buscan contra argumentos, compartir información, actuar como modelos, provocar que los demás confíen en ellos. 

A esto O’Toole y Bennis (2009) le llaman arquitectura organizacional que fomenta la sinceridad.
Entre las tácticas que inspiran a los empleados a confiar están la influencia racional, la provisión de autonomía y el desarrollo de relaciones interpersonales de alta calidad entre el líder y el miembro del equipo, siendo esta última la más efectiva (Douglas y Zivnuska(4), 2008).
La influencia racional consiste en practicar el razonamiento lógico y el conocimiento fáctico para influir en el otro.
Esta es una práctica poco común cuando el líder considera que la «lógica de la operación» es algo obvio que no es necesario hacer explícito.

Así, si el conocimiento tácito, encarnado en el líder, no es retroalimentado al empleado, las expectativas sobre el conocimiento del empleado pueden ser infundadas.

Es necesario verificar las habilidades y saber si el empleado ha entendido la tarea.
La provisión de autonomía es un indicador en el que el jefe comparte el «control».
La confianza se aprecia como un proceso recíproco. 
Las parejas más autónomas regulan su confianza y no se defraudan.
El que da confianza recibe confianza.
Una relación de alta calidad se caracteriza por el apoyo mutuo, las metas comunes y la formulación de tareas desafiantes que aumenten la motivación y refuercen la comunicación efectiva.
La desconfianza genera dependencia e ineficacia.

Cuando un jefe dice «Mejor lo hago yo mismo y no dejo que otros lo hagan porque luego tengo que intervenir» se genera un comportamiento dependiente en el que «el que más sabe» se convierte en el subordinado del «que menos sabe».
 Señales» o indicadores de desconfianza en una relación interpersonal




A continuación, se listan una serie de comportamientos que podrían ser considerados como «señales» o indicadores de desconfianza(5) en una relación interpersonal:
  • No cumple con las promesas.
  • Dice una cosa y hace otra.
  • Pospone plazos.
  • Saca ventaja.
  • Desplaza a otros.
  • Sabotea procesos.
  • No hace un seguimiento.
  • Se preocupa por los resultados sin importar el medio.
  • Utiliza a otros para conseguir sus propios intereses.
No es necesario contar con todos los indicadores aquí mencionados para evaluar el grado de confianza en el “otro”.
Bastaría que algunos de estos comportamientos se presenten de manera recurrente, para reconocer que la persona no es merecedora de una confianza plena.

¿Se reconstruye la confianza?


¿Comprender, perdonar, olvidar y arriesgarse de nuevo?
Depende de qué atributo es del que carece la relación de confianza. 

Si se trata de un tema de competencia, estamos ante un mal menor porque esta podría desarrollarse.

Si se trata de un asunto de benevolencia, estamos en el ámbito afectivo en el que puede haber un resentimiento por la falta de consideración.

La decisión de confiar tiene un componente cognitivo y otro afectivo.

El cognitivo permite calcular el grado de confiabilidad del otro, pero el afectivo te compromete por el vínculo que se establece entre ambas personas (Yáñez, 2008) y éste se puede reforzar con el tiempo, gradualmente. 


Pero si lo que falló fueron los valores, entonces la posibilidad de cambio es lejana.

Es muy difícil reconstruir la confianza si la persona no posee valores sólidos, si no es consistente y hace lo que predica.

Por último, vale preguntarse:
- ¿hasta que punto trabajamos por construir una cultura de confianza y de sinceridad?

-¿De qué modo esperamos cómodamente que la sociedad responda ante nuestras expectativas si no constatamos nuestras señales, si no verificamos, si no cuestionamos nuestros supuestos?

-¿De qué modo creamos un entorno seguro basado en valores explícitos hechos conscientes en espacios reflexivos creados especialmente para reconocer nuestra integridad, benevolencia y habilidad?


El reto no solo consiste en construir un lazo de confianza, sino en mantenerlo y alimentarlo con hechos y evidencias que la respalden.

Se trata de fortalecer los acuerdos y cumplir con lealtad y benevolencia las expectativas, a pesar del riesgo latente. 

Se trata de promover valores y anticiparse a la corrupción. 
Es atreverse a desatar nudos para crear vínculos sostenibles en el tiempo.

Bibliografía
  • Baker, B. (2008). A Matter of Trust. PM Network 22, nro 12, 26 d.
  • Cornu, L. (1999). La confianza como cuestión democrática. En: Filosofías de la ciudadanía: sujeto político y democracia. Rosario: Homo Sapiens Ediciones.
  • Douglas, C. (2008). Developing Trust in Leaders: An Anteccedent of Firm Perfomance. En: Advanced Management Journal  73 nro. 1, 20-8.
  • Erikson, E. (2000). El ciclo vital completado. Barcelona: Ediciones Paidós.
  • Kramer M., Roderick (2004). Trust and Distrust in Organizations: Dilemmas and Approaches. A volumen in the Russel Sage Foundations Series on Trust.
  • Kramer M., Roderick (2009). Repensar la confianza. En: Harvard Business Review, junio.
  • Lombardo, M. y Eichinger, R. (1996). For Your Improvement. Minneapolis: The Leadership Architecture.
  • Mayer, R.; David, J. y Schoorman, D. (1995). An Integrative Model of Organizational Trust. En: Academy of Management Review, vol. 20, nro. 3, pp. 709-734.

(Liliana Galván es Licenciada en Psicología Educacional. Decana de la Facultad de Ciencias Humanas, Carrera de Psicología de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas,(UPC).)

martes, 11 de febrero de 2014

The attachment-(Andrew Mathews)


The attachment
(Andrew Mathews)

When you become too attached to things, one person, the money ...you've already it screwed up!.
The challenge of life is to appreciate everything and not locked into anything.
When pursuing things too much, they make off running.
This is the same with animals than with love .....
And even money!
Like when you meet someone at a party who simpatize with you, and who promise you:
- I'll call you next week.
You stay by the phone all week ....¡ not even leave to go to the bathroom!
You sit beside the phone .... and everyone calls you ,but not  the person you more expect.
Have you ever seen the desperate need to sell something, a car, a home?
Nobody it wanted! Because of the urgency, you came down the price, and what happened?
It happened that nobody it wanted, neither !
What we deduce from that principle?
One who is in despair, nor a "good morning"
Talk to any seller, it does not matter if you sell private planes to millionaire or sell household detergents.
When you're desperate, you go into a downward spiral
and when others see you  in a hurry, they less will buy you!
What happens when you only have half an hour to eat at the restaurant?
They forget your order.
When interest or emotional attachment to a transaction or an event, reached the desperation, we put hindrances to them,
but this principle has a positive reverse: take it calmly and ....¡ bingo!
You spend a year and a half without a boyfriend,or  a girlfriend ,
 and you are in  despair.  Then you leave and you say at youself
- If I have no partner, I can very well be happy alone.
You will see then, like it will go to you like flies to the honeycomb of rich honey.
Another classic example is the discussions.
What happens when you insist that someone change their mind? Reaffirmed in theirs reasons  more than before!
Stop insisting, and you will see often come alone on your side.
Whenever we are desperate for something-someone to call us, our partner to leave the snuff, that our leaders give us a promotion or they recognize our merits -we create an energy field that repels the desired event.
But do not forget that serenity is not lack of interest, it is possible to adopt a detached attitude and still be firmly determined to get what we want.
A person who is serenely decided,  know that the effort and excellence, will eventually receive their reward, and says to him/herself:
- If you do not win this time will be the next or the next.
How to avoid despair when you are in despair? What specifically do? It's a matter of attitude.
Do not fall into the trap of saying: "I need this thing to be happy"
Do everything in your power to make happen, and then you say: "I do not need such a thing to be happy."
Forget it  and  you attending to other matters.
Most of the time, the expected result will ensue.
Both the physical plane and mental for us , we are governed by natural laws. But nature does not understand the desperation!
Nature seeks balance and can not be desperate and balanced at the same time. Life does not have to be a constant struggle.
Leave running things.
This is not indifference, it does not endeavor to force events.
And while you say, "I know nothing about natural laws and how they work," need not understand the law of gravity.
The challenge is knowing how to use the principles, no one demands that we understand them.
... If you want something...you must give it!
You get more of what you want, giving a little of what you have.
If our attachment prevents good things flow into your life, If the attachment prevents good things flow into your life, the opposite would be the detachment,
to the point of giving something we value most.
What you give will be returned.
The balance our checkbook is not the measure of our prosperity.
Abundance is the movement of goods for our lives.
Prosperity is a flow, is to give and receive.
Give without expecting that will correspond,
otherwise we would be attached to a result ..... and as we know, the greater the desire,  less ,you get.
Should we enjoy material possessions? Naturally!
But you must try to you owning to them, and that they do not take possession of you.
The chains of love .....
Mary desperately seeking a man who wants it. Is it supposed to go find him? The chances are slim.
First, his desperation drives away the suitors.
Second, it harms their sympathy.
Frederick tells his girl:
- I need you, I can not live without you!
That's not love, it's ferocious appetite. You can not desperately need a person and loving at the same time. In addition, if literal truth you can not live without a certain person, you'd be a pathological case, and who want to carry such a problem?
Loving a person means leave it free to be who she chooses.
To love is to let part of your life if she so chooses. Again we are talking about a balance.
 For to have something or someone, let it loose.

viernes, 13 de diciembre de 2013

El lado humano de Jesucristo (sobre textos de "Conciencia, la clave para vivir en equilibrio" por Osho)

El lado humano de Jesucristo
(Conciencia,la clave para vivir en equilibrio-Osho)

"En el último momento, Jesús dice que está preocupado,angustiado. 
Incluso un hombre como Jesús está preocupado al morir; así tiene que ser. 
Llora y le dice a Dios: «¿Qué me estás haciendo?»
 Le gustaría aferrarse a la horizontal, le gustaría agarrarse a la vida... incluso un hombre como Jesús.
Así que no te sientas culpable si te pasa. 
A ti también te gustaría aferrarte.
 Este es el lado humano de Jesús, que es más humano que Buda o Mahavira. 
Este es el Jesús humano: el hombre se encuentra cara a cara con la muerte y está asustado, y llora, pero no retrocede, no cae inmediatamente se hace consciente de lo que está preguntando, y entonces dice:«¡Hágase tu voluntad!», se relaja, se deja llevar. 
Al instante; la rueda gira:Jesús ya no está en la horizontal; ha penetrado en la vertical, en la profundidad.
Y así resucita para la eternidad."

lunes, 18 de noviembre de 2013

AHORA SOY YO-Reflexiones de un regreso (Alicia Mónica Etxalar Wonalixia) ®

AHORA SOY YO
Reflexiones de un regreso



AHORA SOY YO
Iniciar un nuevo camino, clarificar metas, renovar esperanzas.
Áquellos que se han ido de ésta Tierra,han dejado mucho en mi.
Semllas de sabiduría,brotes de una raíz poderosa, que han crecido con el tesón de un germen sembrado en una tierra dura,gredosa, áspera,árida,con escasos momentos de aguas intensas que han aportado nutrientes y con épocas de sequía y viento....que alentaban a renunciar al esperado resultado.
El embrión de toda esa sapencia y erudición estuvieron siempre.
Las condiciones para que se manifestaran como una planta en crecimiento,siempre fueron contrarias,opuestas,desalentadoras.
Contra todo pronóstico, la planta creció ,pero no parecía capaz de dar frutos, se llenaba de hojas pequeñas que sin llegar a su adultez, amarilleraban y caían,sin llegar a siquiera a dar una florcita que asegurara la semilla para otros futuras siembras, o al menos brotes.
El arbusto se limitó a los cambios de estaciones anuales, deshojarse,renacer,estirar un poco las ramas junto con el tallo,tal vez un poco más grueso,y eso era todo.
Hasta que sucedió algo trágico: uno de los ejemplares más frondosos cayó fulminado por un rayo,y la parte que pudo rescatarse,le sirvió como injerto sobre su propio tallo, y el corte para el implante, le dolió mucho,tanto que al principio el arbusto ,pareció resecarse y estar a punto de extinguirse también.
Y a partir de una primera muerte , su follaje se hizo tenso,turgente,pero desordenado y fué una como mata,un poco sin forma,sin control.
Pero luego la raíz primera desde donde todos habían nacido, su base, su fuerza, su savia y su propia energía vital,apretó con más fuerza,porque llegaba el tiempo en el cual debía debía morir,porque el árbol al cual le había caído el rayo, estaba conectado de tal forma que ésta parte de la cepa había sido también profundamente afectada,aunque en el exterior hubiera parecido indemne.
 
El anterior pequeño arbusto convertido en matorral ,se aferró con toda la fuerza de su savia a la parte más vital de la raíz,pero habiendo aprendido con el dolor del injerto, en vez de marchitarse,con tantas fuerzas opuestas ,allí comprendió de qué se trataba la vida: no era transcurrir siguiendo las estaciones anuales hasta desaparecer.
La raíz, también murió al poco tiempo.

Y el arbusto tuvo que hacer nacer una nueva raíz,propia a la cual conectarse.

EVOLUCIONÓ saltando etapas, fortaleciéndose,corriendo una carrera en contra del tiempo, para convertirse finalmente en el árbol que debía haber sido hacía mucho tiempo, aprendió que debía dar sombra,siendo útil al entorno,que debía florecer y dar flores, que dieran frutos, y que ésos frutos,serían a su vez semilla en un nuevo ciclo.
 
Metáforas, como para resumir la VIDA, en su más alta expresión,casi lírica, casi mística...pero mucho más fàcil de comprender dentro de su aparente ambiguedad...

Ahora, soy yo, yo y mi propio NOMBRE, y en ése nuevo renombrar, hay nuevas responsabilidades nuevas decisiones, en soledad, sin el apoyo, ni el consejo de quienes han partido cumpliendo su propia etapa en este espacio-tiempo que ya transitaron.
Hablamos de una conexión entre intelecto, alma, y amor filial, en un vínculo muy positivo, sin confusión alguna con la de la dependencia emocional dañina.

AHORA,soy yo, yo misma y nadie más, asumiendo mi madurez espiritual (si supe aprender de ellos),ejerciendo la grandeza de su tolerancia, de su generosidad,de su falta de EGOÏSMOS y de falsas e inútiles competencias ,de su COMPROMISO y al mismo TIEMPO de su desapego, de su VALENTÍA frente a la vida, y sus desafíos,de su SABER traído desde más allá de ésta vida, confundido por muchos con DEBILIDAD...

Ahora soy yo,como el árbol de la metáfora,dando flores y frutos,y semillas, que cada uno de ustedes, aquellos que me leen,otros que sólo observan,otros que tal vez tengan dudosas intenciones, de una u otra forma, se llevarán el germen y sin saberlo continuarán el ciclo...
Ahora soy yo... 


A la memoria de mi padre Julio (2013) y de mi hermano Sergio (2010)
Alicia Mónica Etxalar (Wonalixia) ®
Mendoza, 16 de noviembre de 2013

sábado, 24 de agosto de 2013

Nostalgia y Depresión-Enrique Probst.



Nostalgia y Depresión 
Dr.Enrique Probst

Nacido el 28 de noviembre de 1931, en Montevideo,Uruguay, el Dr. Enrique Probst Dinerstein es un destacado psiquiatra,que ha publicado una serie de muy buenos libros y trabajos sobre tópicos muy interesantes de su especialidad.
Este post, tomado de su publicación Fronteras Invisibles como se puede leer, incluye hasta la letra de un tango, para ilustrar mejor la exposición y argumentos sobre el vínculo entre los dos temas tratados :Nostalgia y depresión.
Aquí les dejo parte de los títulos publicados: 
 -Entre la reminiscencia y el miedo.
-Cuentos y algo más. 
-Psiquiatría para no creyente
-Perturbaciones narcisísticas en la adolescencia y suicidio- 
-Fronteras invisibles

Cuando se habla de la gran prevalencia que tienen los estados depresivos en las consultas que se realizan a los psiquiatras y psicólogos y cuando se realizan estudios epidemiológicos que tratan de determinarla en las diversas poblaciones, se están señalando hechos que solo en parte pueden ser verdaderos.
Este juicio está sustentado en la creencia que no todos los psiquiatras y psicólogos se percatan de las características distintivas de los fenómenos señalados y por otra parte, en que los instrumentos que se utilizan en la investigación epidemiológica no discriminan claramente entre los afectos estudiados.

Desde la nostalgia
Para muchos resulta evidente la existencia de similitudes y diferencias entre la tristeza y la depresión.
A pesar de que el formidable avance de las neurociencias nos tiene a todos asombrados, que yo sepa, ellas recién en los últimos tiempos se han planteado el problema.
Al respecto es interesante señalar que la tomografía por emisión de positrones ha posibilitado la exploración de las estructuras neuroanatómicas cerebrales involucradas funcionalmente en la expresión de diversas emociones de la vida cotidiana, como ser los estados de felicidad, tristeza y disgusto.
Quisiera abordar, en esta oportunidad, algunas problemáticas de la depresión desde el plano de la psicopatología.
Me valdré para ello de un recorrido que se inicia en un fenómeno conocido por todos: la nostalgia. 
Creo que ésta contiene alguna de las claves que pueden arrojar cierta luz a la pregunta que subyace a esta reflexión: ¿Por qué existe la depresión?
María Moliner en su diccionario del uso del español nos señala que la palabra nostalgia es de creación moderna y está compuesta con las raíces del griego nostos, regreso y algos, dolor.
Implica claramente un estado de añoranza, una tristeza por estar ausente de la patria, del hogar, de los seres queridos.
Termina, esta filóloga española hace poco desaparecida, diciendo: es la pena por el recuerdo de un ser querido.

Esta ligazón de la nostalgia con la memoria ha sido soslayada en diversos contextos. 
Emilio Lledó, en el prefacio de su libro “El surco del tiempo”, que es un excelente texto sobre el mito platónico de la escritura y la memoria, rescata un fragmento de la Odisea donde se cuenta de la llegada de Ulises y sus compañeros a la tierra de los lotófagos, es decir los comedores de loto.
Esa extraña planta de color rojizo y de un sabor extremadamente dulce como la miel, tenía la característica de provocar, en aquellos que la ingerían, el olvido.
Ulises advirtió rápidamente el peligro que representaba tal práctica y condujo obligadamente a sus compañeros a las naves.
Los ató a los bancos, no fuera que alguno de ellos cediera a la tentación y comiera el exquisito loto, olvidándose entonces del regreso a la patria.
La nostalgia se alimenta de una dolorosa y permanente tensión que liga al sujeto a su pasado interactivamente presentificado y que trata de futurizarlo imaginariamente a través de un anhelado reencuentro.
La nostalgia también se construye sobre esa capacidad de la mente que los psicólogos han denominado memoria y que opera, como sabemos, de muy diversa manera.
El fenómeno de la nostalgia ha sido abordado en su estudio desde múltiples perspectivas. Una de ellas es la histórico social. 
Mircea Eliade ha investigado a las sociedades arcaicas y constatado su rebelión contra el tiempo concreto e histórico. 
Además ha destacado la permanente nostalgia expresada en un retorno periódico al tiempo mítico de los orígenes y que denomina el tiempo magno.
 Todo su libro sobre “El mito del eterno retorno”, es testimonio de su esfuerzo por concebir a ese eterno retorno, no como el efecto de las tendencias conservadoras de las sociedades primitivas, sino como expresión de una verdadera valoración metafísica de la existencia.

La nostalgia está arraigada en la esencia del ser humano y testimonio de ello es que permanentemente se ve expresada en las creaciones artísticas.
Vaya, entonces, un ejemplo que para nosotros, los rioplatenses, cala muy hondo.

Corría el año 1935 en Buenos Aires y en el teatro Smart se preparaba una revista musical titulada: El cantor de Buenos Aires.
Se presentó para su inclusión en un tango canción titulado “Nostalgias” que fue rechazado, no se sabe porqué, por los responsables de la puesta en escena.
Sin embargo, al año siguiente, en 1936, un conjunto de música dirigido por Juan Carlos Cobián conseguía estrenarlo en el Charleston, un conocido centro nocturno de la calle Florida.
Desde aquel entonces ese tango canción, cuya música pertenece al mismo Juan Carlos Cobián y cuya letra obedece a la inspiración de Enrique Cadícamo, ha recorrido el mundo entero manteniendo una permanente adhesión de todos los auditorios.
Es difícil sustraerse a la emoción que genera el:

Nostalgias
de escuchar su risa loca
y sentir junto a mi boca
como un fuego, su respiración.
Angustia
de sentirme abandonado
y pensar que otro a su lado
pronto pronto le hablará de amor.
¡Hermano!
Yo no quiero rebajarme
ni pedirle, ni llorarle,
ni decirle que no puedo más vivir.
Desde mi triste soledad veré caer
las rosas muertas de mi juventud.


Distinción entre

Sentimientos y emociones



La nostalgia se liga entonces, explícitamente en estos versos con la angustia, el abandono, la soledad y la pérdida de la juventud.
 El psicoanálisis nos invitaría a transitar por el laberinto de las pérdidas de objetos y los recortes narcisisticos.
Pero antes de decir algo al respecto recordemos que la nostalgia, la tristeza y la depresión son considerados por la psicología como sentimientos.
En realidad resulta arduo el poder definir qué son los sentimientos y aún más el poder diferenciarlos.
 Hasta tal punto existe una real dificultad que algunos han tratado de definirlos por la negativa.
Es decir, que los sentimientos serían lo que no es percepción, ni pensamiento, ni instinto.
Como bien señalaba López Ibor en sus recordadas Lecciones de psicología médica sentimiento sería lo que no es una vida objetivable.
¿Pero por qué hablar de sentimientos y no de emociones?

 Habitualmente se señala en todos los Manuales de psicología que las emociones son súbitas, reactivas y transitorias, a diferencia de los sentimientos que poseen la característica de ser más permanentes.
Además, por otra parte, es notorio que el correlato somático de la emoción es más patente y evidente que en la vida sentimental.
Pero el sentimiento ofrece esa característica inédita de nutrirse a sí mismo, a pesar de que frecuentemente se cristaliza en un objeto determinado.
También se ha discurrido mucho acerca de la diferencia entre un sentimiento y una pasión.

Por otra parte, se ha analizado y discutido acerca de la diferencia entre sensación:La persona afecta de un determinado sentimiento tiene, en general, la convicción de que él lo ha creado a diferencia de la pasión, en el que el sujeto se experimenta como arrastrado por ella, implicando en cierta medida una situación de pasividad.
Se ha acotado que la sensación en general es localizada, que ella posee un umbral y en cierta medida puede ser objetivable.
 Los sentimientos, en cambio, son más difusos y son verdaderos estados del yo.
Esta era la tesis que sostenía Scheler y que hoy deseo rescatar.
Quiero partir de este punto, a efectos de poder expresar ciertas ideas que he elaborado acerca de algunas de las diferencias existentes entre la tristeza y la depresión.
Se repite con frecuencia que la depresión es la patología de la tristeza.
Pero la literatura psiquiátrica utiliza la denominación de estados afectivos, donde incluyen todo lo que hemos tratado de diferenciar: emociones, sentimientos y pasiones.
 No entraremos en la temática que los manuales clasificatorios habituales resuelven ingenuamente.
Ninguno de ellos tiene la fineza de discriminar las complejidades y matices de los estados afectivos.

Dijimos que los sentimientos son estado del yo pero debemos resaltar, sobre todo a insistencia del pensamiento fenomenológico que ellos poseen una intencionalidad. 
Este concepto de intencionalidad tiene una larga historia en el pensamiento filosófico.
Sobre todo para la escolástica que le daba, por un lado, un sentido lógico explicando la representación que la conciencia se hacía de sus objetos.
De esta manera distinguía a las intenciones sensibles y a las intenciones intelectuales. 
Por otro lado, también le daba al concepto un sentido ético.
 El tender hacia otra cosa implicaba siempre un sentido moral: una intentio finis que procede de la voluntad.
El aporte de la fenomenología sobre todo la de Husserl ha sido básico, concibiendo a la intencionalidad como la relación fundamental según la cual toda conciencia es conciencia de algo.
Con ello se significa que la conciencia no puede presentarse a sí misma sino como conciencia vinculada a un mundo ya dado o ya ahí y hacia el cual intenta proyectarse.
Esta noción de intencionalidad desde esta perspectiva se vincula estrechamente con la de significación porque -como señala Noiray- si la conciencia no existe más que por sus objetos, correlativamente los objetos, solo tienen sentido por la proyección de la conciencia hacia ellos.
Este enfoque borra de un plumazo la vieja y eterna disputa entre el realismo y el idealismo.

Lo que ahora me interesa destacar -y esto desde las perspectivas del psicoanálisis- es que las experiencias originales, de las cuales el sujeto no es consciente, provee a la conciencia de una serie de significaciones que ella misma es incapaz de justificar.
 Las consecuencias de esto son muy importantes para clarificar la psicopatología y el psicoanálisis tiene mucho para decir introduciendo el deseo como uno de los motores de los fenómenos psíquicos.

Hace muchos años Jaspers intentó fenomenológicamente describir la experiencia del sujeto acerca de las cualidades que posee la vivencia del sí mismo.
 Me interesa destacar el señalamiento de Jaspers acerca del sentido de unicidad que posee el individuo a través -como diría Levinas- de la duración del tiempo.
 A pesar de que los contenidos del pensamiento y los juicios de valor hayan mudado intensamente a través de la experiencia de la vida, no se pierde normalmente, la capacidad de experimentar la vivencia de que se es siempre el mismo.

Obviamente ésta es una propiedad del ser humano que le permite fundar su identidad y que requiere en primer lugar la integridad del instrumento mnésico. 
La patología demencial nos da claros ejemplos de ello.
Pero es necesario para consolidar la identidad la condición de los procesos de identificación, tema del que el psicoanálisis se ha ocupado in extenso.
Desearía destacar a este respecto las condiciones acerca de cómo éstas se producen en los primeros tiempos de la vida.
Teóricamente podemos pensar que las identificaciones pueden realizarse de distinta manera, según sean las condiciones en que el aspecto representativo y el afecto concomitante se desarrollen. 
García Badaracco ha trabajado in extenso con el concepto de las identificaciones enloquecedoras.
Pienso que estos aspectos patogénicos deben relacionarse a las condiciones de estabilidad de la representatividad posible, pudiendo éstas tener un grado de endeblez e incertidumbre tal, que desde el inicio del desarrollo del yo se determine su futura alteración.

Freud señaló en su conocido trabajo sobre “Duelo y melancolía “el proceso regresivo que se produce de la relación objetal a la identificación en ciertas situaciones de pérdida o duelo.




Pero en relación al afecto Freud en otro texto clásico:  “Inhibición, síntoma y angustia”, expresó que dichos afectos podían ser concebidos por sí mismos, como reproducciones de antiguos acontecimientos de importancia vital para el sujeto.
Es sabido que muchos años atrás Freud había descubierto el diverso destino que podía seguir el afecto y la representación en las diversas condiciones psicopatológicas.

Pero el propio afecto, al parecer disociado en su destino de la representación puede -como señala Guillaumin en su análisis del tema en la obra de Freud- estar expresando en su propia descarga energética la imposibilidad de que se hubiesen realizado ligazones suficientes con las estructuras cognitivas, es decir las representaciones.
Dicho de otra manera: el afecto estaría ocupando el lugar de una huella mnémica, de una representación imposibilitada, por alguna circunstancia, de consolidarse en la noche del comienzo de la ontogénesis.





En ese illo tempore, época de las identificaciones primarias, existiría una falla de la representatividad pasando el afecto entonces a testimoniar, con su presencia, dicha perturbación.
La tristeza que nos embarga cuando nos hemos sentido afectados y frustrados, toma en cierto sentido el carácter transitorio de una emoción.
Hemos aprendido un repertorio de estilos defensivos para desembarazarnos de ella.
En ocasiones, sobre todo en situaciones de pérdida, nos domina y nos embarga a tal punto que los psiquiatras hemos inventado el término de humor triste para dar cuenta de la persistencia en el tiempo de dicho fenómeno.
En este caso el fenómeno tiene las características de un sentimiento.
El aspecto representativo conciente da cuenta, en general fácilmente al observador, de una relación de comprensibilidad entre el afecto y la representación.




Sin embargo el problema no es tan sencillo, ya que como agudamente lo ha señalado Lacan, la relación de comprensión sobre la cual tanto insistía Jaspers, no es igual a la relación de sentido que se revela en el trabajo analítico con el inconciente.
Esta nos permite ligar a los diversos grupos representativos de manera insospechada. El análisis nos permite soslayar las frecuentes sobredeterminaciones del estar triste por.
Conclusión: los niveles del funcionamiento conciente dan cuenta muy parcialmente del porqué estamos tristes. 


La depresión


La nostalgia puede acompañar el existir del sujeto de una manera distinta de la tristeza y aunque genera vivencias, en cierto sentido similares, mantiene permanentemente la esperanza y el anhelo de un reencuentro jubiloso y placentero ubicado en el futuro.

Tanto el estado de tristeza como la nostalgia generan un sufrimiento, pero no testimonian un riesgo en la estabilidad de la identidad del sujeto.
Se mantiene un proyecto existencial y para que éste pueda existir es imprescindible que las identificaciones básicas, sobre las cuales se funda la identidad, estén aceptablemente internalizadas.
Ello aleja el peligro de que el estado de pesar y el propio penar del sujeto provoque una fractura existencial que testimonie la disolución de la identidad del sufriente.

En la depresión, el pathos del paciente se nos muestra como profundamente alterado. Existe tanto para el paciente como para el observador la vivencia de algo cristalizado de lo cual no se puede salir.
La inhibición psicomotora que frecuentemente envuelve al deprimido, llega a su acmé en el estupor melancólico, donde el sujeto recogido sobre sí mismo, se aparta del mundo compartible, quedando fijado a su experiencia dolorosa.

Creo entender que en la depresión, a diferencia de la tristeza y la nostalgia existe un riesgo que el mismo paciente no nos puede narrar.
Pienso que la monotonía del lenguaje quejoso del sufriente, embargado en una pena sin fin, oculta un postrer y último esfuerzo por mantener a salvo algo que creo que es del orden de la estabilidad de las identificaciones primordiales y éstas, sabemos, son los pilares sobre los cuales se construye la identidad.
 Ellas fueron generadas en un momento incipiente de la capacidad del sujeto en construir su mundo de representaciones.

La depresión expresa la claudicación en poder organizar un proyecto vital que permita al sujeto sostener su pasado, disponiendo de él, para poderlo futurizar en forma permanente.



 
Esto genera, en consecuencia, una amenaza de quiebre de la identidad del sujeto.
Esta amenaza de la cual no es conciente el paciente, lo conduce in extremis a desarrollar la depresión como postrer procedimiento defensivo donde el afecto ocupa el lugar de las representaciones fallidas.
El sujeto no puede sostenerse más que a través de dichos afectos.
Todo esto conduce a una paradoja.
 Ella está dada por lo que se ve con frecuencia en los pacientes deprimidos.
Por un lado, no querer vivir una cierta renuncia a vivir, puesto que, no se tolera no seguir siendo uno mismo ya que los procesos identificatorios en ciertas circunstancias no lo sostienen más.
Por el otro, el gesto suicida con el que frecuentemente termina este drama, intenta rescatar en la eternidad de la muerte la identidad amenazada.





A diferencia de la situación de tristeza, donde estos procesos identificatorios no corren el riesgo de desestabilización que hemos señalado, en el paciente deprimido, las situaciones de pérdida que frecuentemente gatillan estos cuadros clínicos, sí lo hacen.
Esta intolerancia a las pérdidas se vinculan, precisamente, a la inadecuación in illo tempore de los procesos identificatorios iniciales.
 Con ello se significa que la psicopatología depresiva debería desde esta perspectiva, ser encarada como un déficit del desarrollo.
Si estas reflexiones tienen algo de cierto, las consecuencias pueden ser múltiples y alimentar futuras investigaciones.
Ante todo puede permitir afinar el diagnóstico clínico de la depresión discriminándola de otros estados como ser, la tristeza y la nostalgia.
Por último, habría que revisar las aproximaciones psicoterapéuticas a los estados depresivos alentando el tránsito de los pacientes por las situaciones tristes, de la cual pueden salir con estructuras yoicas más consolidadas y evitar la sofocación de la tristeza confundida frecuentemente con la depresión.


 ( Fronteras invisibles-Dr.Enrique Probst)