El equilibrio entre receptividad y escepticismo
Releyendo un texto publicado por Carl Sagan, hace casi 20 años, renuevo el sentido comprensivo acerca de tan necesario equilibrio entre escepticismo y receptividad.
La visión equilibrada, sobria y prudente de Carl Sagan, acerca de ciertas teorías (a su entender "pseudocientíficas") les resultó una posición tibia, a algunos y acomodaticia, para otros.
Ahora bien, si debíerámos tomar un postura netamente escéptica de todo cuanto se cruza ante nuestros sentidos físicos, y por ende ante nuestra personal percepción,en este presente invadido por múltiples formas audiovisuales, de las cuales se hace uso y abuso,de mandatos y preceptos,ocultos, subliminales, ó abiertamente dictatoriales en toda forma de comunicación humana, deberíamos decidir marcharnos a la cima de algún monte, lejos de todo vestigio de civilización ó modernismo.
He comprendido luego de mucha lectura y apertura mental de mi parte, que gran parte del material analizado por los militantes acérrimos del escepticismo,parten de una crítica parcial,en cierta manera desequilibrada, de los ítems que llaman "supersticiones" o "pseudociencias",a través de la observación de la conducta de ciertos individuos que representan lo peor de cada actividad.
Resultaría más adecuado, observar un camino medio, un equilibrio como el que plantea Carl Sagan, precisamente para evitar caer en el rechazo como ejercicio cotidiano, antes de analizar, y rescatar de cada teoría, alguna idea-fuerza que sirva en el futuro para investigar más profundamente cada situación presentada.
Si bien, la conducta humana hacia el pensamiento mágico ha convertido ideas ancestrales, leyendas y mitos en apoyatura para supersticiones, también ha sido alimentada en muchos casos,por la falta de contención psicológica y hasta médica, de las fuentes tradicionales.
Sencillamente el trato que ciertos sectores denominados escépticos ( incluso hay una página web que funciona como un diccionario :sketic.com),le propinan, con un velado desprecio,a muchas disciplinas que han ayudado, al menos psicológicamente, a consolar ánimos y a fortalecer autoestimas lastimadas,suena además a una falta de respeto cuasi infantil.
Si bien, se puede disentir con la posición de Carl Gustav Jung, acerca de su teoría de la Sincronicidad, se debe respetar su obra en cuanto a su gran contribución al desarrollo de la Psicología Cognitiva,pero descalificar su obra,por sus investigaciones ó su relación con religiones, y creencias para mi gusto, es demasiado.
Quise transcribir este artículo de Carl Sagan, ya que lo considero un hombre de ciencia, con cuyo pensamiento acerca del delicado equilibrio entre receptividad y escepticismo, coincido totalmente.
"¿Qué es el escepticismo?
(De "La carga del esceptiscismo" por Carl Sagan )
No es nada esotérico.
Nos lo encontramos a diario.
Cuando compramos un coche usado, si tenemos el mínimo de sensatez,
emplearemos algunas habilidades escépticas residuales (las que nos haya dejado nuestra educación).
Podrías decir: "Este tipo es de apariencia honesta. Aceptaré lo que me ofrezca.
" O podrías decir: "Bueno, he oído que de vez en cuando hay pequeños engaños relacionados con la venta de coches usados, quizá involuntarios por parte del vendedor", y luego hacer algo.
Le das unas pataditas a los neumáticos, abres las puertas, miras debajo del capó.
(Podrías valorar cómo anda el coche aunque no supieses lo que se supone que tendría que haber debajo del capó, o podrías traerte a un amigo aficionado a la mecánica.)
Sabes que se requiere algo de escepticismo, y comprendes por qué.
Es desagradable que tengas que estar en desacuerdo con el vendedor de coches usados, o que tengas que hacerle algunas preguntas a las que es reacio a contestar.
Hay al menos un pequeño grado de confrontación personal relacionado con la compra de un coche usado y nadie afirma que sea especialmente agradable.
Pero existe un buen motivo para ello, porque si no empleas un mínimo de escepticismo, si posees una credulidad absolutamente destrabada, probablemente tendrás que pagar un precio tarde o temprano.
Entonces desearás haber hecho una pequeña inversión de escepticismo con anterioridad.
Ahora bien, esto no es algo en lo que tengas que emplear cuatro años de carrera para comprenderlo.
Todo el mundo lo comprende.
El problema es que los coches usados son una cosa, y los anuncios de televisión y los
discursos de presidentes y líderes políticos son otra.
Somos escépticos en algunas cosas, pero, desafortunadamente, no en otras.
Por ejemplo, hay un tipo de anuncio de aspirina que revela que el producto de la competencia sólo tiene una cierta cantidad del ingrediente analgésico que los médicos recomiendan (no te dicen cuál es el misterioso ingrediente), mientras que su producto tiene una cantidad dramáticamente superior (de 1,2 a 2 veces más por cada pastilla).
Por tanto deberías comprar su producto.
Pero ¿por qué no simplemente tomar dos pastillas de la competencia?
Nadie te ha dicho que preguntes.
No apliques escepticismo en este asunto. No pienses. Compra.
Las afirmaciones de los anuncios comerciales constituyen pequeños engaños.
Nos hacen gastar algo más de dinero, o nos inducen a comprar un producto
algo inferior.
No es tan terrible.
Pero considera esto: Tengo aquí el programa de este año de la Expo Whole Life de San Francisco.
Veinte mil personas asistieron a la del año pasado.
He aquí algunas de las presentaciones: "El Retorno de la Diosa, Ritual de Presentación." Otra: "Sincronicidad, la Experiencia de Reconocimiento." Esa la da el "Hermano Charles". O, en la siguiente página: "Tú, Saint-Germain, y Cómo Curarse Mediante la Llama Violeta."
Sigue y sigue, con montones de anuncios acerca de las oportunidades (que van desde lo dudoso a lo espurio) disponibles en la Expo Whole Life.
Si tuvieras que bajar a la Tierra en cualquier momento del dominio humano, te encontrarías con un conjunto de sistemas de creencia populares, más o menos similares.
Cambian, a veces rápidamente, a veces en una escala de varios años: pero, a veces, sistemas de creencia de este tipo duran muchos miles de años.
Al menos unos cuantos están siempre presentes.
Creo que es razonable preguntarse por qué.
Somos Homo Sapiens.
Ésa es nuestra característica diferenciadora, eso de sapiens. Se supone que somos listos.
Entonces ¿por qué nos rodea siempre todo ese tema?
Bueno, por una parte, muchos de esos sistemas de creencia tratan necesidades humanas reales que no se presentan en nuestra sociedad.
Existen necesidades médicas insatisfechas, necesidades espirituales, y necesidades de comunicación con el resto de la comunidad humana.
Puede que haya más de esos defectos en nuestra sociedad que en muchas otras de la historia de la humanidad.
Por tanto, es razonable para la gente probar y hurgar en varios sistemas de creencia, para ver si ayudan en algo.
Por ejemplo, tomemos una manía de moda: la canalización.
Tiene como premisa fundamental, al igual que el espiritualismo, que, cuando morimos,
no desaparecemos exactamente, sino que una parte de nosotros continúa.
Esa parte, dicen, puede retomar el cuerpo de un humano u otras criaturas en el futuro, y por tanto, personalmente, la muerte pierde mucha amargura para nosotros.
Y lo que es más, tenemos una oportunidad, si los argumentos de la canalización son ciertos, de contactar con seres queridos que han muerto.
Hablando personalmente, yo estaría encantado de que la reencarnación fuese cierta.
Perdí a mis dos padres en los últimos años, y me encantaría tener una pequeña conversación con ellos, para decirles cómo están los niños y asegurarme de que todo va bien dondequiera que estén.
Eso toca algo muy profundo.
Pero, al mismo tiempo, y precisamente por esa razón, sé que hay gente que intenta beneficiarse de las vulnerabilidades de los afligidos.
Mejor que los espiritualistas y los canalizadores tengan un argumento convincente.
O tomemos la idea de que, pensando mucho sobre formaciones geológicas, podemos decir dónde hay depósitos de mineral o petróleo.
Ahora bien, si eres un ejecutivo de una compañía de exploración de mineral o petróleo, tus garbanzos dependen de que encuentres los minerales o el petróleo: por tanto, gastar cantidades triviales de dinero, comparadas con lo que te gastas a menudo en exploración geológica, en este caso para encontrar físicamente los depósitos, no suena tan mal.
Podrías caer en la tentación.
O tomemos a los OVNIs, el argumento de que nos están visitando continuamente seres de otros mundos en naves espaciales.
Encuentro esto muy emocionante.
Al menos es una ruptura con lo ordinario. He empleado una buena cantidad de tiempo en mi vida científica trabajando en el tema de la búsqueda de inteligencia extraterrestre.
Piensa cuánto esfuerzo podría ahorrarme si esos tipos están visitándonos.
Pero cuando podemos reconocer alguna vulnerabilidad emocional relacionada con una pretensión, es cuando tenemos que hacer los esfuerzos más firmes de escrutinio escéptico.
En esa situación es cuando pueden aprovecharse de nosotros.
Ahora reconsideremos la canalización.
Hay una mujer en el Estado de Washington que afirma entrar en contacto con alguien que tiene 35.000 años de edad: Ramtha (quien, por cierto, habla muy bien inglés con lo que me
parece un acento indio).
Supongamos que tenemos a Ramtha aquí y supongamos que Ramtha es cooperativo. Podríamos hacer algunas preguntas: ¿Cómo sabemos que Ramtha vivió hace 35.000 años? ¿Quién está llevando la cuenta de los milenios que se interponen? ¿Cómo es que son exactamente 35.000 años? Eso es un número muy redondo. ¿35.000 más qué, o menos qué? ¿Cómo eran las cosas hace 35.000 años? ¿Cómo era el clima? ¿Dónde vivió Ramtha?
(Sé que habla inglés con un acento indio, pero ¿dónde se hablaba así hace 35.000 años?) ¿Qué come Ramtha? (Los arqueólogos saben algo sobre lo que comía la gente por aquel entonces.)
Tendríamos una buena oportunidad de descubrir si sus afirmaciones son ciertas.
Si fuera realmente alguien de hace 35.000 años, podríamos aprender mucho sobre hace 35.000 años.
Por tanto, de una manera u otra, o Ramtha es realmente alguien de hace 35.000 años, en cuyo caso descubriremos algo sobre ese periodo (que es anterior a la glaciación de Wisconsin, una época interesante), o es un farsante y se equivocará.
¿Cuáles son los idiomas indígenas, cómo es la estructura social, con quién más vive Ramtha(hijos,nietos), cuál es el ciclo de vida, la mortalidad infantil, qué ropas lleva, cuál es su esperanza de vida, qué armas, plantas y animales hay? Dinos.
En cambio, lo que oímos son las homilías más banales, indistinguibles de las que los supuestos ocupantes de los OVNIs les dicen a los pobres humanos que afirman haber
sido abducidos por ellos.
Ocasionalmente, por cierto, recibo una carta de alguien que está en contacto con un extraterrestre que me invita a "preguntar lo que sea".
Así que tengo una lista de preguntas.
Los extraterrestres están muy avanzados, recordemos.
Por tanto pregunto cosas como: "Por favor, denme una demostración simple del Último Teorema de Fermat."
O de la Conjetura de Goldbach.
Y luego tengo que explicar qué son estas cosas, porque los extraterrestres no las llamarán Último Teorema de Fermat, así que escribo la pequeña ecuación con sus exponentes.
Nunca recibo respuesta.
Por otra parte, si le pregunto algo como "¿Deberíamos ser buenos los humanos?", siempre recibo respuesta.
Pienso que se puede deducir algo de esta habilidad diferenciada para contestar preguntas. Si son cosas imprecisas y vagas, están encantados de responder, pero si es algo específico, que dé ocasión a descubrir si saben algo realmente, sólo hay silencio.
El científico francés Henri Poincarè hizo una observación sobre por qué la
credulidad está tan extendida: "También sabemos lo cruel que es la verdad a menudo, y nos preguntamos si el engaño no es más consolador."
Eso es lo que he intentado decir con mis ejemplos.
Pero no creo que ésa sea la única razón por la que la credulidad está extendida.
El escepticismo desafía a instituciones establecidas.
Si enseñamos a todo el mundo, digamos a los estudiantes de instituto, el hábito de ser escépticos, quizá no limiten su escepticismo a los anuncios de aspirinas y a los canalizadores de 35.000 años.
Puede que empiecen a hacerse inoportunas preguntas sobre las instituciones económicas, o sociales, o políticas o religiosas.
¿Luego dónde estaremos?
El escepticismo es peligroso.
Ésa es precisamente su función, en mi opinión.
Es menester del escepticismo el ser peligroso.
Y es por eso que hay una gran renuencia a enseñarlo en las escuelas.
Es por eso que no encontramos un dominio general del escepticismo en los medios.
Por otra parte, ¿cómo evitaremos un peligroso futuro si no poseemos las herramientas intelectuales elementales para hacer preguntas agudas a aquéllos que están nominalmente al cargo, especialmente en una democracia?
Hay tantas tonterías promulgadas por los partidos políticos que el hábito de escepticismo imparcial debería declararse un objetivo nacional esencial para nuestra supervivencia.
Quiero decir algo más sobre la carga del escepticismo.
Se puede tomar un hábito de pensamiento en el que te diviertes burlándote de toda la gente que no ve las cosas tan bien como tú.
Esto es un peligro social potencial,
Tenemos que protegernos cuidadosamente de esto.
Me parece que lo que se necesita es un equilibrio exquisito entre dos necesidades conflictivas: el mayor escrutinio escéptico de todas las hipótesis que se nos presentan, y al mismo tiempo una actitud muy abierta a las nuevas ideas.
Obviamente, estas dos maneras de pensar están en cierta tensión.
Pero si sólo puedes ejercitar una de ellas, sea cual sea, tienes un grave problema.
Si sólo eres escéptico, entonces no te llegan nuevas ideas.
Nunca aprendes nada nuevo.
Te conviertes en un viejo cascarrabias convencido de que la estupidez gobierna el mundo. (Existen, por supuesto, muchos datos que te apoyan.)
Pero de vez en cuando, quizá uno entre cien casos, una nueva idea resulta estar en lo cierto, ser válida y maravillosa.
Si tienes demasiado arraigado el hábito de ser escéptico en todo, vas a pasarla por alto o tomarla a mal, y en ningún caso estarás en la vía del entendimiento y del
progreso.
Por otra parte, si eres receptivo hasta el punto de la mera credulidad y no tienes una pizca de sentido del escepticismo, entonces no puedes distinguir las ideas útiles de las inútiles.
Si todas las ideas tienen igual validez, estás perdido, porque entonces, me parece, ninguna idea tiene validez alguna.
Algunas ideas son mejores que otras.
El mecanismo para distinguirlas es una herramienta esencial para tratar con el mundo y especialmente para tratar con el futuro.
Y es precisamente la mezcla de estas dos maneras de pensar el motivo central del éxito de la ciencia.
Los científicos realmente buenos practican ambas.
Por su cuenta, cuando hablan consigo mismos, amontonan grandes cantidades de nuevas ideas y las critican implacablemente.
La mayoría de ellas nunca llega al mundo exterior.
Sólo las ideas que pasan por rigurosos filtros salen y son criticadas por el resto de la comunidad científica.
A veces ocurre que las ideas que son aceptadas por todo el mundo resultan ser erróneas, o al menos parcialmente erróneas, o al menos son reemplazadas por ideas de mayor generalidad.
Y, aunque, por supuesto, existen algunas pérdidas personales (vínculos emocionales con la idea de que tú mismo has jugado un papel inventivo), no obstante la ética colectiva es que, cada vez que una idea así es derribada y reemplazada por algo mejor, la misión de la ciencia ha salido beneficiada.
En ciencia, ocurre a menudo que los científicos dicen: "¿Sabes?, ése es un gran argumento; yo estaba equivocado." Y luego cambian su mentalidad y jamás se vuelve a escuchar de sus bocas esa vieja opinión.
Realmente hacen eso.
No ocurre tan a menudo como debiera, porque los científicos son humanos y el cambio es a veces doloroso.
Pero ocurre a diario.
No soy capaz de recordar la última vez que pasó algo así en la política o en la religión.
Es muy raro que un senador, por ejemplo, responda: "Ése es un buen argumento.Voy a cambiar mi afiliación política."
El Arte de la Detección de Camelos
Después de que se publicase mi artículo El Arte de la Detección de Camelos en Parade (1 feb. 1987), recibió, como puedes imaginar, un montón de cartas. Parade es leído por 65 millones de personas. En el artículo di una larga lista de cosas que eran presuntos o demostrados camelos (treinta o cuarenta).
Los defensores de todas esas cosas resultaron uniformemente ofendidos, por lo que recibí montones de cartas.
También ofrecí un conjunto de instrucciones muy elementales acerca de cómo tratar a los
camelos (los argumentos de una autoridad no valen, todos los pasos de una cadena de evidencias tienen que ser válidos, etcétera).
Mucha gente contestó diciendo: "Tiene usted toda la razón en las generalidades;
desafortunadamente, eso no es aplicable a mi doctrina particular."
Por ejemplo, uno de ellos decía que la idea de que existe inteligencia extraterrestre fuera de la Tierra es un ejemplo de excelente camelo.
Concluía: "Estoy tan seguro de esto como de cualquier otra cosa en mi experiencia. No hay vida consciente en otro lugar del Universo. El Hombre vuelve así a su legítima posición en el centro del Universo."
Otro remitente también estaba de acuerdo con todas mis generalidades, pero decía que, como escéptico empedernido, yo había cerrado mi mente a la verdad.
Más notablemente, he ignorado la evidencia de que la Tierra tiene seis mil años de antigüedad.
Bueno, no la he ignorado; he considerado la supuesta evidencia y luego la he rechazado.
Existe una diferencia, y ésta es una diferencia, podríamos decir, entre prejuicio y postjuicio.
Prejuicio es hacer un juicio antes de considerar los hechos.
Postjuicio es hacer un juicio después de considerarlos.
El prejuicio es terrible, en el sentido de que se cometen injusticias y graves errores.
El postjuicio no es terrible.
Por supuesto, no puedes ser perfecto; también puedes cometer errores.
Pero es permisible hacer un juicio después de haber examinado la evidencia.
En algunos círculos incluso se fomenta.
Creo que parte de lo que impulsa a la ciencia es la sed de maravilla.
Es una emoción muy poderosa.
Todos los niños la sienten.
En una clase de parvulario, todos la sienten; en una clase de bachillerato casi nadie la siente, o siquiera la reconoce.
Algo pasa entre el parvulario y el bachillerato, y no es sólo la pubertad. No sólo los colegios y los medios no enseñan mucho escepticismo, tampoco se fomenta mucho este emocionante sentido de lo maravilloso.
Ambas, ciencia y pseudociencia despiertan ese sentimiento.
Una pobre popularización de la ciencia establece un nicho ecológico para la pseudociencia.
Si la ciencia se explicase a la gente de a pie de una manera accesible y excitante, no habría sitio para la pseudociencia.
Pero existe una especie de Ley de Gresham por la que, en la cultura popular, la mala ciencia
expulsa a la buena.
Y por esto pienso que tenemos que culpar, primero, la comunidad científica por no hacer un mejor trabajo popularizando la ciencia, y segundo, a los medios, que a este respecto son casi por completo inútiles.
Todo periódico tiene una columna diaria de astrología.
¿Cuántos tienen siquiera una columna semanal de astronomía?
Y también pienso que es culpa del sistema educativo.
No enseñamos a pensar.
Esto es un error muy serio que podría incluso, en un mundo infestado con 60.000 armas nucleares, comprometer el futuro de la humanidad.
Sostengo que hay mucha más maravilla en la ciencia que en la pseudociencia.
Y además, en la medida que esto tenga algún significado, la ciencia tiene como virtud adicional (y no es una despreciable) su veracidad."